El semillero del balonmano español en la cumbre de Sierra Nevada
El seleccionador Jordi Ribera se encierra en el CAR de Granada con unos 70 jóvenes y un equipo de 25 personas en un metódico programa de tecnificación que transcurre sin tregua de la pista a las clases de ‘mindfulness’
No son las siete de la mañana y el seleccionador de balonmano, Jordi Ribera, ya se ha tomado el café y lee en la más completa soledad del comedor del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sierra Nevada la novela Las ventanas del cielo, de Gonzalo Giner. Nadie madruga más. Media hora después, se coloca en la puerta, pasa solo revista a niños de entre 13 y 15 años que llegan a desayunar, y no se sirve la tostada (y otro café) hasta que todos están sentados. Hace un mes y medio lograba su segundo bronce olímpico, la séptima medalla en los últimos nueve últimos campeonatos, y ahora, a 2.320 metros de altitud, en la noche aún cerrada de las montañas de Granada, recibe cada día y durante una semana a 62 chavales de toda España (suelen ser 70), a los que entrena, tutela y muestra el camino del balonmano.
Dos veces al año, en febrero y septiembre, Ribera, de 61 años, se encierra en estas instalaciones con la base y un amplio séquito de 25 técnicos en unas concentraciones que no transcurren de sol a sol, sino de luna a luna, de 7.30 a 21.00, y hasta cerca de la medianoche para el entrenador catalán y sus ayudantes. Fuera, las ovejas salen a pastar, pero allí dentro nadie se entera. No hay descanso. A las 8.45, entrenamiento; 11.15, charla técnico-táctica; 12.00, de preparación física; 12.45, de psicología deportiva; 13.30, comida; 15.45, análisis con los porteros; 16.50, partido; 19.00, mindfulness; 20.30, cena; y a las 23.15, los más pequeños a dormir.
“Antes tenían una tarde libre, pero es que no merece la pena. Entre llevarlos, traerlos…”, apunta José Luis Santacristina, el jefe de organización de estas jornadas de tecnificación creadas y dirigidas por Jordi Ribera desde 2017. Este periódico ha asistido durante dos días enteros a estas actividades, donde se rastrean nuevos talentos, se buscan a esos jugadores de gran físico tan escasos en España y, sobre todo, estos jóvenes, e incluso niños, son tratados como deportistas de alto rendimiento para ofrecerles herramientas de todo tipo que luego les sirvan para progresar en sus clubes, alguno de ellos pequeños de los que deberán salir si quieren avanzar.
Siete entrenadores, tres analistas de vídeo, dos preparadores de porteros, dos preparadores físicos, tres fisios, un médico, un nutricionista, una delegada, una instructora de ‘mindfulness’, dos árbitros y el coordinador suelen acompañar a Ribera
Ribera ya había implantado el proyecto en Brasil y había comprobado los efectos. “En España se ha hecho la tecnificación desde hace tiempo y con resultados [en verano había concentraciones con 40 infantiles y 40 cadetes], pero cuando me ficharon en 2016 creía que necesitábamos un impulso”, afirma el seleccionador, mucho más relajado en el convento de clausura del CAR que en un gran torneo. “Si haces una selección con 16 críos de 15 años para competir, ¿cuántos creen que pueden estar? ¿30? Pero si haces una actividad con 70, ¿cuántos aspiran a entrar? ¿400? Luego había que darle un sentido de identidad a través del juego. Hay un abc que se trasmite. Un chico que venga aquí y vea a la absoluta, se dará cuenta de que hay cosas que él ha practicado. Y en paralelo, los mayores han sido conscientes de que sus resultados nos ayudaban a mantener esto. Cuando empezaron a llegar los títulos, con el Europeo de 2018, ‘¿qué le vas a decir a este [por él]? ¿Que lo deje?’. Eso nos daba fuerza para seguir”, apuntala el preparador catalán, que también debió convencer a los directores del CAR.
“Al principio, se asustaron porque íbamos a venir con chavales y aquí entrenan atletas de alto rendimiento. Pero llegamos al acuerdo de probar y, si salía mal, nos marchábamos. A partir de 2018 ampliamos el número de actividades”, recuerda el seleccionador, que agradece el aislamiento de la montaña. “Algún padre ha intentado entrar, pero no se puede. Esto es como un búnker. Es lo que buscábamos”, celebra. De momento, en 26 concentraciones han pasado 716 jugadores diferentes (1.595 plazas; muchos han repetido) de entre 13 y 17 años, y 160 técnicos. Además de los jóvenes, la expedición la suelen completar siete entrenadores más Jordi Ribera, tres técnicos-analistas de vídeo (tres cámaras graban cada entrenamiento y partido), dos preparadores de porteros, dos preparadores físicos, tres fisios, un médico, un nutricionista, una delegada, una instructora de mindfulness, dos árbitros y el coordinador. En total, cerca de 100 personas. ¿Y qué le resulta más satisfactorio al seleccionador: esto o dirigir a los mayores? “Probablemente, en el futuro, vea con más satisfacción este proyecto desde el punto de vista personal”, reconoce.
“Consiste en plantar una semilla, meterles el veneno, que vean que otros han llegado empezando donde están ellos ahora”, destaca Javier Fernández, Jabato, el seleccionador júnior que dirige la generación más exitosa de todas las que han pasado por Sierra Nevada, los nacidos en 2004-05. Han conseguido algo único: ser campeones de Europa y del mundo en Juvenil, y de Europa en Júnior. El próximo verano buscarán el Mundial júnior. Ahí están, por supuesto, los mellizos Cikusa, Víctor Romero, Ferrán Castillo, Xavi González e Ian Barrufet. Y el último orgullo de la factoría es que dos ganadores del reciente bronce olímpico, Javi Rodríguez y Dani Fernández, también son producto de la nueva etapa del trabajo con la base. El primero acudió a todas las concentraciones en Sierra Nevada, pero el segundo apenas asomó, lo que le sirve a Ribera para advertir a los jóvenes de que en la formación nada está escrito, salvo picar piedra.
“Consiste en meterles el veneno, que vean que otros han llegado empezando donde están ellos ahora”Javier Fernández, 'Jabato', entrenador de la selección júnior
“El pivote Jokin Aja, por ejemplo”, tercia Daniel Sánchez Nieves, entrenador de la selección Promesas, “la primera vez que vino no pudo ni entrenar porque no tenía las condiciones físicas. Pero ha llegado arriba con esfuerzo”, destaca sobre una de las grandes esperanzas, un chicarrón de Eibar, de 2,06 y 20 años, que juega en Torrelavega. Uno de esos cuerpos que tanto se desean por escasos en España. “Los clubes también nos avisan cuando les llega un jugador con una talla determinada, aunque esté verde en lo técnico y táctico”, añade el preparador.
“Lo que más me gusta son los entrenamientos y los partidillos”, admite uno de los chavales para sorpresa de nadie. Pero el método, que ahora se aspira a trasladarlo a la base femenina, escarba en otros territorios no tan a la vista para un chaval de 14 años. “¿Qué es el éxito?”, les pregunta Jorge Martínez, que ofrece la clase psicología a la generación nacida en 2009-10, concentrada esta semana (la anterior le tocó a la del 2007-08). Todos contestan que ganar, pero la respuesta no es correcta. “Es hacer bien lo que depende de nosotros. Tenemos que estar por encima del resultado”. Un día antes ha ido el nutricionista Miguel Mariscal. “Me gusta hablarles de hidratación. Es muy fácil hacerlo bien, pero complicado cumplirlo. Deben tomar agua en pequeñas cantidades de forma constante, y en el entrenamiento añadir las sales; incluso vale un poco de sal de mesa en una botella de agua, lo que cabe en la yema de los dedos”, explica este profesor en la Universidad de Granada. Al final de cada sesión de pista están los plátanos que Santacristina sube de un súper de Granada, donde le hacen precio. Cuatro barcas para dos días. Y el mensaje más rotundo de Mariscal es que “el alcohol es un no, nunca en el alto rendimiento”.
“Tenemos un plan, porque en otros países, como Francia, hay mucho más presupuesto y medios”Jordi Ribera, seleccionador absoluto y responsable del programa
“Aquí se entrena a mucha intensidad, es otro nivel”, admite un portero venido desde Galicia por segunda vez. En el gimnasio, los preparadores físicos Álvaro Caro y Daniel Gutiérrez les insisten en la técnica y ven quién se machaca de verdad. A mitad y al final de la semana, cada chaval es analizado y puntuado desde todos los ángulos por los técnicos, y a partir de entonces le seguirán la pista. La temporada pasada, por ejemplo, el 44% de los jugadores nacionales de la Asobal habían pasado por estas jornadas. El proyecto, más allá de los seleccionados para el CAR, controla unos 300 nombres por año natural de nacimiento. “Tenemos un plan, porque hay otros países, como Francia, con mucho más presupuesto y medios”, concluye Jordi Ribera, que a las 7.30 mueve sillas en el comedor para los chavales.
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