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El voto en Hesse muestra el agotamiento de los dos grandes partidos en Alemania

El revolcón que los electores de Hesse infligieron el domingo a los socialdemócratas alemanes viene a confirmar lo que era un secreto a voces, que si bien el Gobierno del canciller cristianodemócrata Helmut Kohl está agotado, sin capacidad de reacción y es profundamente impopular, la oposición no tiene credibilidad. La gran abstención, los pésimos resultados de los dos grandes partidos tradicionales y la subida de la extrema derecha y de Los Verdes muestra que se está produciendo una auténtica revolución en el sistema de partidos alemán que se inició hace ya bastante tiempo, pero quedó enterrada por el proceso de unificación.

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En unas elecciones que habían sido articuladas como un referéndum sobre la gestión del Gobierno y la oposición en Bonn, una participación de un 71% -la menor desde 1948- y el hecho de que los resultados combinados de los dos grandes partidos (CDU, cristianodemócrata, y SPD, socialdemócrata) no lleguen al 70% de los votos, muestran a las claras la profunda insatisfacción de los ciudadanos alemanes con su clase política, salpicada últimamente por todo tipo de escándalos y enzarzada en estériles discusiones que tienen al país paralizado en medio de lo que ya muchos consideran la mayor recesión económica de la posguerra.Los votantes. de Hesse, sin embargo, no dijeron ayer nada nuevo. El 8,3% obtenido el domingo por los Republikaner en las elecciones locales del land de Hesse difícilmente puede ser calificado de sorpresa. En los últimos comicios celebrados en Alemania, en abril del año pasado, los reps se hicieron con un 10,9% de los votos en Baden-Würtemberg y la Unión del Pueblo Alemán (DVU), más abiertamente neonazi, obtuvo casi un 7% en Schleswig-Holstein. Los Republikaner están también presentes en Berlín y la DVU en Bremen.

Ascenso 'verde'

En el otro extremo, el gran éxito de Los Verdes, un partido al que se daba por desahuciado tras la unificación, se inscribe también en una tendencia que viene de lejos. El 11% obtenido el domingo, que supone una subida de cuatro puntos, les convierte en el tercer partido de Hesse. "El año que viene vamos a ver cambios espectaculares en el paisaje político alemán", dijo ayer Joslika Fisher, el líder de Los Verdes en Hesse, viceprimerministro de este land. Los Verdes ya están en los Gobiernos de cuatro Onder y tienen representación en la casi todos los parlamentos federales.Sin embargo, los grandes perdedores, los partidos tradicionales, parecieron ayer obviar la principal lección de estos comicios y siguieron con sus costumbres. El SPD, que perdió más de 8 puntos y quedó reducido a un 36,4%, abrió su habitual caza al líder, cuestionando el liderazgo de Björn Engholm. La situación del presidente del SPD es delicada, en las filas del partido se oye de nuevo ruido de sables, y Engholm, además, se halla envuelto en las salpicaduras del viejo asunto Barschel, el político democristiario suicidado en Ginebra que le había precedido en el poder en Schleswig-Holstein.

La evidencia de que en la ciudad de Francfort una gran parte de los votos de extrema derecha salieron de votantes socialdemócratas, llevó ayer a Engholm a prometer "una defensa más dura de los intereses de nuestros votantes tradicionales", lo que significa una mayor oposición del SPD a los recortes sociales previstos por el Gobierno en el Pacto de Solidaridad y una nueva paralización de la gestión política para sacar al país del marasmo creado por la unificación.

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La CDU, por su parte, pese a que sus resultados son igualmente desastrosos, al obtener tan solo un 32% de los votos, se sintió aliviada por la catástrofe socialdemócrata y obvió, en gran parte, el problema del voto de extrema derecha que consideró "preocupante", pero lo calificó de "voto de protesta". Kohl dedicó casi toda su conferencia de prensa a recordar "los catastróficos resultados de del SPD". Sus socios liberales (FDP), por último, estuvieron discretos, el 5,1 % obtenido, aunque les permita salir del agujero, da la verdadera dimensión del tradicional partido bisagra de Alemania, la de luchar por mantenerse encima de la barrera que concede representación parlamentaria.

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