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El grito de Abel

El parado que se quemó a lo bonzo en León para pedir empleo se recupera en Madrid

Abel del Olmo permanecía, ayer tarde en la unidad de quemados del hospital de La Paz (Madrid) con un tubo que le atraviesa la garganta y quemaduras en la cara, el cuello y los brazos. El miércoles, desesperado por la falta de trabajo y la angustia de no poder afrontar todos los gastos que se le vienen encima, avisó a su mujer de que iba a hacer algo para remediarlo. Cualquier cosa. Horas después se roció el cuerpo con gasolina y se prendió fuego en el Ayuntamiento de León después de pedir a gritos un empleo.

El miércoles Abel del Olmo Cañón llegó llorando a su casa de Puentecastro, un barrio obrero de León, desesperado por las deudas que no podía afrontar. Horas antes había recibido por correo el recibo del seguro del coche. El 26 de marzo será el, octavo aniversario de su boda con Gabriela Carnero, y en mayo su hijo Juan Carlos, de ocho años, celebrará la primera comunión. Estas fechas significativas y la obsesión por no encontrar, un trabajo fijo le hicieron tomar la fatal determínación."Traté de impedir que saliera de casa y se prendiera fuego. Le dije de todo, pero nada, no hubo forma humana de detenerle,; estaba como loco", explica su esposa. Gabriela tiene 26 años y la tez muy pálida. Ha estado en tratamiento psiquiátrico por depresión. "Yo no puedo trabajar como quisiera, pero ahora estoy dispuesta a cualquier cosa".

Fuera de síAbel, de 26 años, salió de su casa y fue al Gobierno Civil y a otros organismos donde pidió trabajo infructuosamente. Sobre las tres de la tarde, llegó al Ayuntamiento y, tras rociarse en el vestíbulo con un litro de gasolina que llevaba en una botella, llegó hasta la puerta del despacho del alcalde. Allí pidió a gritos un empleo y amenazó con prenderse fuego.

Varios concejales y ordenanzas trataron de disuadirle, pero en un descuido Abel encendió un mechero. "Fue un estruendo impresionante, eso que ves en las películas y que no te imaginas que va a pasar a un metro de tí", relata Carmen García, secretaria del alcalde, que trató de apagar con una alfombra la antorcha humana en que quedó convertido Abel.

"Ha trabajado en todo, en la mina, en la construcción, en las vías...", dice su mujer. "Hasta hace tres semanas estuvo en una obra, ganando 65.000 pesetas, pero con las primeras nieves este trabajo se fastidió".

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Diego, el padre de Abel, está disgustado con su hijo. "Hay otras fórmas de llamar la atención", musita en el pasillo de unidad de quemados de La Paz. Desde el traslado de su hijo a Madrid sólo lo ha visto a través de un cristal. Abel no puede hablar y sólo mueve la mano cuando le preguntan por el interfono si está bien. ,Sin dineroGabriela y Diego se han venido a Madrid con 5.000 pesetas y están dispuestos a dormir en el suelo del hospital. Diego tiene 53 años y una silicosis de recuerdo de la mina. Otros cuatro hijos y su mujer comen de las 60.000 pesetas de su pensión. Una de las chicas ayuda con las 35.000 pesetas de su trabajo en una escuela taller. "Y antes era peor, cuando Abel y Gabriela se casaron se vinieron también a casa con nosotros y él no tenía trabajo".

Gabriela está indignada con el alcalde de León, Juan Morano (PP). "Parece mentira que no se haya interesado por una persona que se ha prendido fuego en su puerta". Con los ojos empanados recuerda lo que le ha dicho a su hijo al salir de León: "Papá ha tenido un accidente y nos vamos a Madrid a que lo curen mejor". "Pero ya se habrá enterado por los vecinos", dice.Abel intentó algo parecido el 23 de junio de 1988, pero no pudo llevarlo a cabo porque avisó a una radio leonesa y lograron detenerle. Todo Puentecastro se ha ofrecido a ayudar a la familia. "Ahí va a llegar más de uno", sentenciaban varias personas en un corrillo.

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