_
_
_
_
Entrevista:

"Sólo las ideas hacen a la gente fanática"

Rosa Rivas

Escritora prolífica, Heller utiliza con frecuencia la prensa como vehículo para comunicar sus ideas. Ya lo hizo a través de la prensa occidental en 1968, cuando protestó por la invasión de Checoslovaquia por las tropas soviéticas. Una de sus reflexiones es "la violencia en la sociedad moderna".Pregunta. Usted dice que la violencia es omnipresente. ¿Sin salidas?

Respuesta. La sociedad moderna es muy violenta en muchos sentidos. Hay una violencia de mercado, una competencia extrema, grupos de presión que luchan ferozmente. Y hay una violencia cuerpo a cuerpo, sangrienta, que la sociedad moderna debe eliminar o al menos intentarlo. Con esa violencia soterrada y competitiva la sociedad puede funcionar, pero no con la sangrienta. Cuando el conflicto latente entre los grupos étnicos se hace combate, ya es imposible la convivencia en el mismo territorio y dichos grupos se pueden llegar a herir tanto que podrían seguir luchando hasta el fin de los tiempos. Esta clase de guerras no pueden terminar con un tratado, cuando una raza ya sólo quiere exterminar a la otra y no llegar a un compromiso.

Más información
Volver a casa

P. Es pues un diálogo imposible entre fanáticos.

R. Sí, y el fanatismo es siempre una forma de maldad, porque nunca surge de un estallido de insatisfacción, aunque sí puede manipularlo, Sólo las ideas convierten a la gente en fanática, no el descontento social o el sufrimiento. Sólo las ideologías vuelven a las masas fanáticas. El fanatismo sabe combinar muy bien todos los elementos violentos.

P. ¿Son las nuevas generaciones más violentas que antes?

R. No. Simplemente, hemos refinado más las formas de violencia. No podemos considerar los estallidos de violencia, las revueltas, como paradigma o representación del mal, pues son simplemente formas extremas de insatisfacción. Los que organizan la revuelta deben ser castigados, sí, pero también deben ser solucionados los problemas que han conducido a la gente a la revuelta. No podemos asociar maldad con pasión, sino con la razón. El mal surge cuando la razón actúa sobre la pasión. Un principio del mal es cuando desde una raza o un sistema político se dice: "Debemos exterminar a otra raza". o "Debemos eliminar o marginar a un grupo social". Una revuelta puede matar cientos de personas, pero el mal institucionalizado puede matar millones. La justificación del mal no es la pasión, sino el odio, el resentimiento y la crueldad. El problema es que quienes fomentan el mal siempre encuentran una justificación.

P. Y la pena de muerte, ¿puede estar justificada?

R. Hay criminales brutales y tortuosos que no sólo matan en un arranque de pasión, sino que están sustentados por principios malignos y no sienten remordimientos. La cuestión es si ciertas clases de salvajismo justificarían la pena de muerte. La teoría disuasoria es que nada justifica la pena de muerte, porque nada impide repetir el delito. Yo suscribo la teoría la del justo castigo. Si hubiera pena de muerte sólo para castigar a las personas realmente perversas, en el asesinato común tendría mis dudas: el criminal suele delinquir en secreto y es difícil probar las circunstancias. Es diferente con criminales políticos. Son visibles, cometen sus crímenes abiertamente y están orgullosos. Ahí creo que la pena estaría justificada.

P. ¿Habrá nuevos totalitarismos?

R. Nada está excluido en el futuro. Tampoco podemos saber si las democracias liberales sobrevivirán; también hay en ellas elementos de insatisfacción, pero es que la democracia es algo vivo, transformable. Hay un resurgimiento de los pequeños nacionalismos. Los grupos étnicos se autodefinen como separados. Hay un nuevo concepto de raza, que hoy significa ideología, y existe un gran énfasis en la diferencia. La diversidad enriquece la democracia. La cuestión es un acuerdo entre todas las diferencias y opciones, y no fomentar el aislamiento y la hostilidad de los grupos.

P. ¿Y cuál es hoy el papel del filósofo?

R. La filosofía en sí misma no es útil, es algo que el pensador hace por su propio disfrute, pero así desarrolla habilidades que pueden ser útiles para que otros interpreten. Como ciudadano, el filósofo no es más inteligente y no tiene por qué pesar más que los demás. Hay que plantear el papel del filósofo como el de un buen ciudadano que contribuye a la comunidad política.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_