Por el secuestro, hacia la fama
Los pasajeros y tripulantes del avión liberado en Nueva York disfrutan contando su aventura
"Mierda", pensé Fedór Governeur en cuanto escuchó a Gerhard Goebel, el capitán del avión en el que viajaba, anunciar fríamente que un pasajero acababa de secuestrarlo. "Señoras y señores: tengo aquí a un joven que se niega a ir a El Cairo y que me está apuntando con un arma a la cabeza", se oyó a través de los altavoces, a los 40 minutos de despegar. Poco después de llegar a Nueva York, este diseñador venezolano residente en Stuttgart reconstruyó, junto a los demás pasajeros, sus 10 horas a merced del estudiante etíope, de 20, años Nebiu Zewolde Demeke, que trató de evitar su deportación con una pistola de postas.Goebel informó regularmente de lo que acontecía en la cabina y consiguió con sus fríos comentarios mantener la calma entre el pasaje. Las azafatas pusieron dos películas; una de ellas, La oportunidad de nuestra vida, parecía titulada para la ocasión.
Los viajeros hicieron corrillos e intercambiaron información para averiguar cuál de ellos había secuestrado el vuelo, para concluir que se trataba de uno de las filas de atrás, al que habían visto buscar algo en su bolsa de mano y . después ir hacia la proa. Mientras tanto, en la cabina, el capitán trataba de poner en práctica los cursillos antipiratería aérea que había tomado del servicio secreto alemán. El piloto, de 51 años, compareció después ante la prensa tan repeinado y limpio como un héroe de película.
El capitán, que lleva 33 años pilotando aviones, explicó horas después en Francfort que, poco antes de aterrizar, se dirigió a Jack -pues así bautizó la tripulación al secuestrador- y le dijo: "Bienvenido a Nueva York". Zewolde sonrió y Goebel le ofreció: "Te regalo mis gafas oscuras de piloto, pero sólo si cuando aterricemos me las cambias por tu pistola". "Cuando aterrizamos, me dio su arma; abrí la ventana y la. mostré a la policía".
Duirante mucho tiempo hubo, una gran confusión sobre la identidad del secuestrador. Primero, se decía que era un bosnio; luego, un clérigo musulmán somalí, Shuriye Farah Siyad, de 31 años, que tiene estatuto de refugiado en Noruega. En el pequeño pueblo de Kristiansand, donde vive, nadie se explicaba lo que le había sucedido al pacífico clérigo.El momento de mayor tensión se produjo poco después de qué el secuestrador saliera del avión, caundo éste fue ocupado por unos 15 agentes especiales del FBI. "Iban vestidos como en la película Blade runner, con armas automáticas y unas gafas de rayos láser. En décimas de segundo nos tenían inmovilizados con los brazos en alto, buscando otro cómplice entre el pasaje", recordó Governeur. "Pasé más miedo que en todo el viaje".Peter Learmonth, analista de sistemas, de 25 años, que pensaba pasar el día de San Valentín con su novia, de 41, en El Cairo, sonreía sorprendido por su popularidad instantánea. Un productor de NBC le bombardeaba: "Si aceptas que filmemos el reencuentro con tu. novia en El Cairo, podemos tener allí un equipo mañana mismo". El joven, que llevaba sin dormir 24 horas, le miraba aturdido y titubeaba un tímido "ya veremos". A pesar de la fama, uno de los pasajeros ha exigido a la compañía que le incluya en su bono de vuelo los kilométros extra que ha tenido que hacer.
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