Izquierda Unida y la derecha
De un tiempo a esta parte, con el desgaste del PSOE y la subida del Partido Popular en la expectativa de voto, se ha ido lanzando, desde ciertos formadores de opinión, la idea de que la única alternativa a la fórmula de poder de los 10 últimos años es que Aznar sea el próximo presidente.A la izquierda le sucedería la derecha. ¿Qué hecho más natural que ése?
La verdad es que la democracia española podría haber funcionado, en sus ya 15 años de vida, sobre ese esquema natural de la izquierda y la derecha, alternándose pacíficamente en el poder. Es lo que vemos a nuestro alrededor en mucho países europeos. Sin embargo aquí eso no se ha producido Los Gobiernos de la democracia -primero con UCD, después con el PSOE- han sido en realidad, distintas versiones de centrismo; mucho más estable y sólida, desde luego, la de los socialistas, pero centrismo al fin y al cabo, hasta conformarse como un modelo. Se ha ido, quizá por la memoria de los españoles, a un continuismo de sistema de centro, con políticas económicas inclinadas al neoliberalismo y al monetarismo.El fenómeno parece inalterable. Así, como el PP quiere también gobernar, ahora anda diciendo que él es el verdadero centro (aunque se irrita en demasía cuando se critica a la derecha).
Con ese modelo unipolar gris, poco dinámico, desmotivador y ya innecesario porque mantiene algo así como una siempre inacabada transición, la izquierda nítida, que no fundamentalista, la que debe representar IU, tiene y tendrá siempre para algunos un papel de comparsa, subalterno, en ocasiones meramente estético.
Ése es el papel asignado a IU. Por eso, cuando se sale del guión, muchas voces se alzan para decirle: ¿pero adónde crees que vas? Es lo que algunos medios adujeron, por ejemplo, cuando su portavoz parlamentario, Nicolás Sartorius, hace algunas semanas, se permitió hacer una crítica contundente a la derecha.
Y es que IU no tendría, en esa lógica, sino que limitarse a vociferar contra el Gobierno de turno -PSOE o PP (cuando a éste le toque)- para que, a la siguiente, a uno de estos dos partidos le sustituya el otro, y así eternamente.
Aceptando esas premisas, a IU no se le dejaría nunca ser una fuerza con capacidad de influencia en las más importantes decisiones políticas. Su papel sería -es- pronunciar frases altisonantes, gruesas críticas catastrofistas, propuestas con sabor a rancio radicalismo imposible o utopía. vaporosa. O sea, dar caña. Nada más. Lo de las alternativas creíbles, las decisiones efectivas, las transformaciones reales queda para los partidos respetables de gobierno (que serían casi todos menos IU, sin contar, por supuesto a HB).
Esa teoría-práctica se ha consolidado con tal fuerza que hasta significativos sectores del interior de IU, y de sus votantes, parecen habérselo creído Por ello, y por el descrédito en el que ha caído el PSOE, una crítica a la supuestamente virgen derecha es tildada automáticamente de apoyo a los socia listas.
El espacio de izquierda real que aún está inédito aquí; el de un virtual partido de izquierda democrática, no centrista, es el que debería ocupar una IU dedicada a pensar, y dedicar sus no sobrantes energías más a crear soluciones concretas a problemas determinados que a emitir inútiles descalificaciones sectarias. Pero para que ese espacio pueda respirar, ampliarse y constituirse en área de gobierno -visto como de posible gobierno, aunque no esté vigente en un momento dado- es vital que el modelo español de régimen centrista vaya siendo sustituido, sin estridencias ni miedos ancestrales, por una fórmula que admita la alternativa de una izquierda y una derecha claramente identificables; que puedan, naturalmente, extenderse al centro en una alianza estratégica, pero desde la izquierda o desde la derecha.
Lo que hoy existe -aunque esté oculto terminológicamente- es lo contrario, es decir, un centro difuso, magmático e inmóvil que intenta ser un atrapatodo a ambos lados.
A nuestro juicio, hay otro sistema multipolar y pluralista que se va a ir prefigurando en la Europa política cuando el juego de intereses estatalistas sea complementado con fuerza por los programas europeos conservadores o progresistas. En ese esquema izquierda-derecha, IU tiene un importante papel que desempeñar para hacer girar hacia la izquierda a la política española. Y en la otra orilla, a la que no se desea que se oriente este país, estará fundamental mente la derecha. Conviene que eso quede claro.
Si IU posee la ambición -y eso está por ver- de liderar un, cambio real hacia la solidaridad, la colaboración con las organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos humanos y el medio ambiente, la orientación pública del conjunto de las economías española y europea, la transparencia y revitalización moral de la vida política, debe trabajar para que nuestra democracia se desbloquee y cada uno tenga que desempeñar su papel, progresista o conservador, sin tapujos.
El PSOE ha podido evitar esa opción, entrando así en un visible deterioro, gracias a una mayoría absoluta que hoy sociológicamente ya ha dejado de existir, aunque es ridículo despreciar su notable capital.
El partido en el Gobierno ha decepcionado esperanzas que un amplio voto de izquierdas depositó en él. Su sentido patrimonialista del Estado y de las instituciones no ha desarrollado los hábitos democráticos de los que tan necesitado estaba nuestro país. Ha introducido la confusión en el análisis político y entre los electores, permitiendo que algunas medidas que el Partido Popular propugna desde la oposición, y que difícilmente mantendría si llegara al Gobierno, aparezcan como más progresistas que las del PSOE.
Pero lo que sería lamentable es que IU cayera también en ese conformismo, olvidando los intereses generales de nuestro país.
En el futuro, las ciudadanas y ciudadanos tendrán que tomar una decisión electoral que, desde IU, hay que intentar que sea hacia la izquierda. La única solución para ello es que IU suba mucho, no sólo simbólicamente, como resultado mecánico del desgaste socialista o de un voto de castigo. Pero si quien gana -legítimamente- las próximas elecciones es la derecha, que no se esperen progresos, sino retrocesos en los valores de solidaridad con el Tercer Mundo y la inmigración, en políticas públicas potentes o en la redistribución de la riqueza entre personas y regiones en España y Europa.
El pacto a la griega no es la apuesta de IU. Ni explícita ni, sobre todo, tácitamente. A pesar de que a muchos en el PP, y también en el PSOE, les gustaría tal imagen, cualquier veleidad, por acción u omisión, en ese sentido constituiría el peor error de los que ha cometido o pudiera cometer IU.
Muchas veces lo tácito se manifiesta a través del silencio, y es conveniente explicar lo que es obvio. Hay muchos ciudadanos, partidarios del cambio hacia una política transparente que tenga más en cuenta la defensa de las libertades y los intereses populares, que tienen depositada su confianza en IU. Cualquier conducta vacilante o dudosa, que se preste a confusión y no deje claro que al votar a IU se está pidiendo que se gobierne más a la izquierda, podría traer como consecuencia en un futuro que los simpatizantes de IU se decidieran hacia el llamado voto útil, que, junto al concepto de Gobierno fuerte, se van a convertir en argumentos estrella de las futuras elecciones.
Diego López Garrido y Jaime Sartorius son miembros del Consejo Federal de Izquierda Unida.
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