Pastorales electorales
La decidida irrupción de cierto sector de la jerarquía eclesiástica en la escena política, circunscrita al ámbito de la propaganda partidaria, recomendando la orien-Pasa a la página siguiente
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tación del voto hacia "partidos que respeten las convicciones religiosas" como medio de preservar el, desmoronamiento de los valores morales actuales, liderada por el obispo de Mondoñedo, monseñor Gea Escolano, contravienen por una parte las tradicionales reglas de la diplomacia de la Iglesia católica, especialmente sensible en lo tocante a pronunciamientos de contenido civil, presididos regularmente por el respeto y la cautela, si bien soto voce las recomendaciones electorales entremezcladas con las homilías han sido últimamente práctica generalizada a nivel parroquial, y por otra, incurre en error, ya que un Estado aconfesional responde justamente al principio de respeto a todas las religiones.
Desde la condición de ciudadano, y amparado en el derecho de la libertad de expresión, nada impide a moseñor Gea Escolano manifestarse en términos de ideología de partidos y mostrarse simpatizante de líderes políticos que gustan de recluirse en monasterios para reflexionar e invocar la intercesión del apóstol Santiago para resolver los problemas de administración de su Gobierno, pero no debe perderse de vista que el vínculo religioso prevalece y se impone sobre la circunstacia de individuo, involucrando por esta razón a la Iglesia como institución en corresponsabilidades de gobierno en caso de triunfo electoral del partido apoyado. La decantación partidaria ' formalmente expresada conlleva el riesgo de que buena parte de la imagen y crédito de la Iglesia católica queda en manos de los partidos políticos, supeditados siempre en sus determinaciones a las corrientes de pensamiento de la población votante. La historia recoge que en las asociaciones Estado-Iglesia, ésta ha sufrido serios deterioros.
El arrogamiento de la tutela política de los fieles por parte de la Iglesia, llevada de una vocación paternalista, presupone el no reconocimiento de madurez suficiente a personas adultas y responsables de pleno derecho, así como la autoinculpación de una deficiente labor docente.- José Antonio Quiroga Quiroga.
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