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La vida de un parado

Más de medio millón de desempleados sin subsidio se las ingenian para sobrevivir

EI hueco de la escalera hace las funciones de balcón. La vecina del segundo ha colgado una colorida colcha hecha de variopintos retales que cae hasta la altura del primero. El efecto es como el de esas banderolas de diseño, largas y estrechas, que adornan las fachadas de palacios y museos que anuncian prestigiosas exposiciones. Este no es, ni mucho menos, el caso. Es simplemente la descripción de una antiquísima casa de vecinos situada en la madrilefia calle de Segovia. En el primer piso viven Rafael Cáceres, su mujer, Patricia Duque, su hijo de 12 años y un perro. Rafael está en paro y no percibe ningún tipo de ayuda pública, tal y como le ocurre a medio millón de españoles.

Son 44 metros cuadrados y una sola puerta, la que da al rellano de la escalera. El dormitorio es un trocito de espacio arañado del salón y separado de él por una cortinilla. No hay sitio para nada, o por lo menos para cuatro vidas. Hasta el balconcillo de la casa hace las veces de armario, aunque esté a la intemperie.Rafael es uno más de ese medio millón de personas que en España están inscritas en el Instituto Nacional de Empleo (Inem) como parados, pero no reciben ningún tipo de ayuda estatal. Es el rostro humano de ese numeroso grupo al que no llega la cobertura del desempleo. Ni una peseta del billón y medio destinado por el Gobierno a esos menesteres. Rafael es un trabajador autónomo en paro, pero tiene que buscar la forma de lograr unas 50.000 pesetas al mes para hacer frente a los gastos fijos que demanda su vida familiar.Para salir adelante cuenta con varios recursos; por ejemplo, colabora de vez en cuando en una revista de Cáritas en la que, paradojas de la vida, escribe sobre las desgracias de los demás. Y ello le sirve para comprobar que hay gente que lo pasa peor: "Pues no estamos tan mal", se consuela,

Otras veces cobra 5.000 pesetas por poner 3.000 sellos. "Hay semanas que hemos vivido casi de milagro, con 200 pesetas para comprar leche y nada más". Es entonces cuando les tienen que fiar en la lechería, o echar mano de la suegra y de los amigos.

"No sé lo que es comprar un kilo de carne desde hace muchísimo tiempo. A veces nos permitimos el lujo de comprar muslos de pollo". El trago de la comida lo resolvemos con unas lentejas con arroz y para de contar", reconoce con tristeza. Tal era la situación que' "en abril solicitamos el ingreso mínimo madrileño de inserción, pero no nos contestaron". Rafael dice que él no quería pedirlo porque le "suena" a beneficencia, pero la situación presionaba de manera acuciante. Además, la petición le permitiría hacer un curso de electrónica, organizado por la Comunidad de Madrid, con el que profesionalizar su afición a arreglar electrodomésticos.Una historia accidentada

La novela de su vida en penuria comenzó en 1980, en el pasadizo subterráneo de Cibeles, donde vendía artesanía.

Luego vino un puesto de castañas junto a la boca de metro de ópera. Pero una tarde de febrero de 1982 su chiringuito desapareció como por arte de magia. El de la Policía Municipal. "Una marquesa de la zona se había quejado al entonces alcalde Tierno Galván de que era antiestético", explica. "Pero más antiestético es el hambre",le escribió él al que fue edil de Madrid. "Nos devolvieron nuestro puesto, pero con la mitad de cosas"En 1984, ante la situación de la familia, la directora de la guardería de su híjo les puso en contacto con Cáritas. Un año después quedó vacante un quiosco dé prensa en la zona de Puerta de Hierro. Cáritas les prestó un millón de pesetas sin cobrar intereses para coger el quiosco. El crédito lo devolvían a base de 15.000 pesetas al mes, sin mayores problemas. Todo iba demasiado bien.En julio de 1991 "ordenaron un el traslado forzoso del quiosco porque iban a construir unos chalés". El 29 de julio de 1991, cuando la grúa levantaba en volandas el quiosco, se le cayó de sus garras y se hizo añicos. "He reclamado los destrozos, pero no me han contestado. Hasta he amenazado con iniciar una huelga de hambre para que se resuelva el problema", ,relata.Tras múltiples entrevistas y escuchar buenas palabras en la Junta de Distrito de Moncloa y en el Ayuntamiento, las cosas siguen igual hasta hoy, explica.

Ha solicitado dos veces un quiosco en la zona de Arganzuela, "pero también me lo han denegado".Reparaciones caseras

Rafael era trabajador autónomo y, por diversas circunstancias, se encontró en la calle, sin trabajo y sin protección oficial alguna. Además adeuda 14 cotizaciones de autónomo. Cáritas le volvió a ayudar, "me ha dado otro préstamo para comprar aparatos con los que arreglar artilugios electrónicos de toda índole".Así que el salón, repleto. de libros, se ha convertido en un improvisado taller donde los Versos satánícos, de Salman Rushdie, o La ciudad de la alegría, de Dominique Lapierre, conviven con los televisores y las radios que esperan su turno de reparación agolpados en un rincón.Sin embargo, la situación de la familia Cáceres parece haber empezado a corregir su nefasto rumbo. Hace tan sólo unas semanas, su mujer, Patricia, que también estaba inscrita en las listas del Inem, ha encontrado trabajo a media jornada en las cocinas de una cadena de restaurantes por poco más de 46.000 pesetas al mes.

La economía social

En Cáritas existen varias comisiones de lucha contra el paro, con tres grandes líneas de trabajo. La primera de ellas se dedica a mentalizar a la sociedad y a los parados del problema del desempleo. La segunda se ocupa de la formación y la capacitación, que se centra en los jóvenes, "que sigue siendo el sector más afectado", explica Pancho Salinas, responsable de esta actividad. Para ellos se organizan pretalleres de trabajo con los que intentan crear hábitos. Se trata de una formación ocupacional, "enseñarles a que aprendan un oficio lo más técnico posible".La tercera línea de actuación se centra en apoyar las iniciativas de la economía social: cooperativas,, sociedades anónimas laborales o autoempleo -quioscos de prensa, de helados, venta de castañas, frutos secos o productos de temporada-. Cáritas, una organización no gubernamental dependiente de la Comisión Episcopal, les presta asesoramiento jurídico, les ayuda a elaborar el proyecto y el seguimiento, concede pequeñas ayudas económicas y les acompaña en la gestión.Estas comisiones contaron en 1991 con un presupuesto de 956 millones de pesetas, el 10% del dinero invertido en Cáritas, "y eso que no se contabiliza el trabajo de los voluntarios", explica Salinas.En los 10 últimos años, Cáritas ha apoyado la creación de unas 2.000 cooperativas. En. la mayoría de los casos se trata de cooperativas de trabajo asociado de producción. Estas cooperativas se dedican a actividades intensivas en mano de obra con una media de ocho personas. Sus actividades se centran en el sector de la confección, que requiere mucha y barata mano de obra, las artes gráficas, la jardinería, la construcción y la ayuda a domicilio, entre otras."El fracaso de estas cooperativas en el primer año es de un 25%, a los cuatro o cinto años de vida desaparece otro 30%, y el resto permanece", añade Salinas. El factor que más interviene en estos fracasos es la adaptación tecnológica, concluye.

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