El campo y la ciudad
EL PAÍS del 27 de noviembre de 1992 ofrece dos noticias aparentemente contradictorias, pero que en realidad se corresponden con la visión que se tiene del campo, respectivamente, en España y Francia. Un editorial opina que los intereses del 5% de los franceses -sus agricultores- pueden paralizar los acuerdos del GATT, con graves consecuencias para el comercio mundial. En otra sección, Javier Valenzuela nos cuenta que en Francia decir agricultura es decir Francia.El estilo de la primera opinión es el reflejo de la visión que se va imponiendo en España del campo, donde se le ve como un sector con baja eficiencia productiva, que paga pocos impuestos, recibe gran cantidad de ayudas y es sostenido en parte por la sociedad urbana. La segunda opinión es defendida por un país como Francia, que respeta y ama a su agricultura, donde constituye un importante sector productivo, base de su potente agroindustria, que genera la materia prima de su famoso sector de la restauración, consume maquinarias y mercancías de otros sectores, etcétera. Es decir, que la agricultura está relacionada con bastante más que el 5% de la población.
Después del deslumbramiento producido en España por la riqueza creada -en parte, ficticia- por sectores tan de actualidad como el financiero, inmobiliario, etcétera, creo que sería bueno para todos que, tanto su periódico
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como toda la sociedad, volviese la vista hacia nuestro campo y lo considere como un generador nacional de riqueza y uno de. los sectores productivos básicos de una sociedad posindustrial.
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