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La 'vieja guardia' seguirá tutelando con Cunhal la ortodoxia del comunismo luso

El Partido Comunista Portugués (PCP) tiene ya un nuevo secretario general, Carlos Carvalhas, de 50 años, economista, pero Álvaro Cunhal no abandona por completo el timón del último gran partido marxista-leninista europeo. En el discurso de más de dos horas que pronunció el viernes en la apertura del 14º Congreso del PCP, desarrollado durante el fin de semana en Almada, bastión comunista del llamado cinturón rojo de Lisboa, el viejo líder de 79 años prometió "seguir luchando hasta el último soplo de vida" por la causa del socialismo. La vieja guardia acepta el relevo generacional que representa el nuevo secretario general, pero crea, con Cunhal en la presidencia del consejo nacional, una especie de consejo de los ancianos que velará sobre la ortodoxia en materia de ideología y de principios políticos.Como presidente del recién creado comité nacional, un organismo que se sobrepone al buró político y al secretariado permanente, Cunhal seguirá tutelando los pasos de su sucesor y arbitrando las divergencias entre las varias sensibilidades representadas en la dirección del partido. En realidad, estas diferencias son meramente formales, puesto que el congreso ha confirmado la derrota definitiva de los reformadores más moderados de la llamada cuarta vía.

En los medios políticos portugueses, y sobre todo en el partido socialista, se espera, sin embargo, que la jubilación de Cunhal sea el principio del fin del PCP y que ya en las próximas elecciones generales de 1994 la hoz y el martillo conseguirán menos del 10% de los votos. Todos reconocen que si el Partido Comunista Portugués resistió mejor que ningún otro de los partidos comunistas europeos el derrumbe de los regímenes del socialismo real y de la propia Unión Soviética, se debe en gran parte a la inteligencia y al prestigio de su líder histórico.Diabolizado y condenado

Oriundo de la burguesía rural, formado en Derecho por la Universidad de Coimbra, brillante orador y extraordinario organizador, Cunhal dirigió durante 50 años su partido con mano de hierro, fue diabolizado por la dictadura y condenado, después de la revolución de los claveles, por Mario Soares y la izquierda democrática portuguesa como el último superviviente de la escuela estalinista.

La perestroika de Gorbachov le sorprendió en una altura en la cual el viejo león, ya septuagenario, no tenía ya la fuerza y la agilidad mental necesarias para adaptarse a los nuevos tiempos. El apoyo precipitado que la dirección del PCP dio en agosto de 1991 a los autores del intento de golpe en Moscú significó el fin de las esperanzas de muchos cornunistas portugueses en la capacidad de Cunhal de conducir la modernización y la democratización del partido. Desde entonces, el PCP se encerró en un discurso autista de negación de la realidad nacional e internacional que parece confirmar el ocaso de su fuerza política.

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