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La revolución de Heynckes

El Athletic ya gira en torno a los jugadores que aprecian el balón en vez de maltratarlo

Jupp Heynckes recibió en El Molinón cumplida satisfacción a sus exigencias: "Fuimos superiores", declaró. Su satisfacción era tal que obvió la ayuda del traductor. El Athletic de Bilbao borró de un plumazo frente al Sporting de Gijón (0-4, un resultado que no obtenía desde hace 30 años) su historial de conjunto aguerrido al confiar la parcela crucial del terreno a los mingafrías denostados en otro tiempo (Javier Clemente insistió hace poco en tal condición como causante de los males rojiblancos) que aprecian el balón y no lo maltratan.

La fe de Heynckes le llevó a alinear en el centro del campo a Urrutia, Garitano, Guerrero y Mendiguren, cuatro jugadores que jamás habrían previsto jugar juntos a juzgar por los planteamientos históricos del Athletic. Heynckes le ha quitado el polvo y, de paso, ha respondido a quienes afirmaban que Garitano y Mendiguren, zurdos, eran incompatibles.El Athletic obtuvo algo más que puntos, goles y aplausos en El Molinón. El conjunto bilbaíno ratificó su ingreso en el fútbol moderno, por el que el técnico alemán ha apostado desde el principio sin que las lesiones, los resultados o las oportunidades fallidas le hayan hecho modificar sus planteamientos. En el encuentro de Gijón, a diferencia de otros, el Athletic concretó sus ocasiones. Una semana antes, frente al Burgos y con un fútbol discontinuo, las desperdició. El estilo, sin embargo, no ha variado. Heynckes, eso sí, procuró no ensayar demasiado los remates a gol de un partido a otro con el fin de que su gente tuviese hambre de ellos.

Heynckes ha debido vencer la tendencia natural del Athletic al conservadurismo. Los primeros traspiés en los desplazamientos llevaron consigo acusaciones de "debilidad psicológica y falta de carácter" de los jugadores -lo que el seleccionador español, Javier Clemente, resumió con la denominación de mingafrías- Los últimos resultados en casa, frente al Tenerife y el Burgos, ratificaron a ese sector de opinión en su incredulidad ante la revolución rojiblanca. "Atacan, pero no defienden", "amagan, pero no dan", "juegan bonito, pero acaban perdiendo" y otras- expresiones similares se fueron acumulando en el juicio a la labor de Heynckes.

Pero Heynckes ha apostado por aquellos jugadores que dominan un mayor número de habilidades futbolísticas frente a la asignación de funciones en virtud de las habilidades del rival. En definitiva, su receta ha sido sencilla: que aqu4éllos recobren su autoestima. El resultado ha sido satisfactorio y el estallido se produjo accidentalmente en Gijón porque, a su juicio, "un equipo es tan fuerte como el adversario le deja ser".

La satisfacción de Heynckes, poco dado a la euforia, era más contenida que la de los jugadores, que reconocen disfrutar ahora verdaderamente con la práctica del fútbol. La impresión es que, por primera vez en muchos años, desarrollan sobre el césped sus habilidades particulares con un considerable margen de maniobra. Heynckes ha derrumbado también otros mitos. Ha hecho debutar a Valencia en la portería, a Galdanes y Lambea en la defensa y a Guerrero en el centro del campo. Lejos de desmoronarse, su apuesta ha descubierto a un portero incuestionable y a una figura como Guerrero, objeto del deseo de los grandes.El Athletic ha recuperado la confianza del público. Resultaba sorprendente el caluroso recibimiento dispensado a los rojiblancos en el encuentro frente al Burgos cuando en su anterior partido en San Mamés había sido eliminado de la Copa por el Jerez.

Heynckes ha logrado ya su primer objetivo: dotar de credibilidad a su revolución y resarcir a los futbolistas de su mala imagen. La victoria en Gijón puede ser tan coyuntural como el empate frente al Burgos. Quizá por eso Heynckes, admirador de Johan Cruyff, quiere más y reclama una mejora en el rendimiento.

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