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PARO EN LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS

¡Dios mío, qué barahúnda!"

En la estela de la manifestación hacia la Puerta del Sol, el premio Miguel de Cervantes de literatura, Francisco Ayala, caminaba sus 86 años a paso más que ligero por la acera de Alcalá. ¿Está usted de huelga, don Francisco?: "¡Ah!, yo me divierto mucho con estas cosas, pero nunca he hecho ninguna huelga. Yo sólo voy a la calle Sevilla".Sor Caridad de Jesús y sor Sacramento habían salido del convento capuchino de clausura en Guadalajara para una visita al médico. "¡Dios mío, qué barahúnda!", comentaba sor Sacramento, tras cruzar la muchedumbre de Sol. "Nos impresiona mucho todo esto. Con lo tranquilas que estamos en el convento. Vamos a rezar para que haya paz y todo se arregle". Las dos monjas de clausura alcanzaron el autobús número 20 y se alejaron del corazón de Madrid. En el tiempo libre que les deja la oración hacen pastas, tarea nunca interrumpida por una huelga.

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Los funcionarios llevan varias en el último decenio. Algunos hasta han pasado dos guerras, como Vicente Ruiz de Hita, conductor de una furgoneta de reparto de Correos. "Hice la guerra de lfni como caballero paracaidista legionario, y la civil española, así que me van a contar a mí..." Vicente guardaba cola con su furgón, frente a la barricada instalada en el acceso al centro de Correos de Chamartín, el más importante de España. "Los que han salido antes de las siete de la mañana no han tenido ningún problema. Pero desde las siete y diez no ha salido nadie". Vicente estaba incluido en la lista mínima de funcionarios que debían trabajar. "Llevo sacas de Fenosa para la central de Mercamadrid. Luego tenía que hacer la ruta de Cibeles y recoger las sacas de los carteros, pero no me puedo mover". De los 120 ruteros que salen cada día de Chamartín ayer no salió ninguno, ni siquiera los de correspondencia urgente. "Podemos salir, claro, pero cualquiera quita las piedras", comenta Vicente. Junto a él, sus compañeros de piquete asienten: "El que quiera puede salir; aquí ni se pone ningún impedimento". El impedimento físico son unos mojones de hormigón engarzados por cintas y palés de madera en llamas. Docena y media de funcionarios con pegatinas de UGT velan para que nadie los mueva.

Gigantescas pirámides

Un automovilista se acerca y dice ser un contratado al que le han citado para firmar los papeles. Un cliente norteamericano viene a recoger un paquete de medicinas a la sección de aduanas. Ambos son persuadidos cortésmente de que regresen "mañana" porque nadie les atenderá en el interior.

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Efectivamente, ni siquiera los incluidos en situación de mínimos. La central distribuidora de Chamartín estaba ayer prácticamente parada, excepto el sistema de distribución mecánico que dejaba caer, una tras otra, las sacas formando gigantescas pirámides con correspondencia de todos los rincones del mundo. El director del centro requisa al fotógrafo un carrete. "¡Vaya huelga, dice un sindicalista. En enero del 90 se paró todo!". Ayer, de los 1.700 del turno matinal el 80% estaba de brazos cruzados.

En la central de Cibeles, donde sólo quedan de, Correos, las ventanillas de atención al público, atendían en tres de ellas pero sólo la correspondencia urgente. Unos metros más arriba, en la calle Aduanas, a donde se acaba de mudar la Dirección General de Correos, el ambiente era bien distinto; la arquitectura del edificio modernista enmascara los espacios abiertos. Los funcionarios son aquí de cuello blanco y no usan guantes de trabajo. El paro era menor.

En la delegación provincial de Tráfico, calle Arturo Soria, no había piquetes. Un cartelón bien grande advertía que la huelga podría afectar a la atención al público. En información sólo funcionaban tres de las seis ventanillas y en las plantas superiores el 50% de ellas. Manuel Morán Álvarez salía indignado, pero no por culpa de la huelga. "La guardia civil de Ávila me multó en Olmedo por no haber pasado la ITV. Se quedaron con el permiso de circulación. Pagué la multa el día 11 y me dijeron que en cinco días podría venir a recogerlo. Vengo hoy y no está. ¿Por qué me hacen a mí esto?".

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