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Lechugas en Miramar

La Habana se llena de huertos 400 años después de su fundación

Con habaneras y maratones, giraldillas, ceibas y restaurantes. La Habana celebró esta semana el 400º aniversario de su nombramiento como capital de la isla. No hubo, sin embargo, grandes lujos ni exageraciones. La Habana, víctima de un desabastecimiento feroz tras el fin del socialismo, hizo de su capa un sayo y reeditó aquellas fiestas de sus primeros pobladores cuando, en el siglo XVI, se tiraba la ciudad por la ventana ante la inminencia de un ataque pirata.La Habana es mucha Habana, y su, historia la ha hecho resistente. Tres veces cambió de ubicación entre los años 1514 y 1519, hasta que el 16 de noviembre de ese año se mudó definitivamente a las márgenes de la bahía de Carenas. Luego se convertiría en la llave de las Indias, punto de reunión de las flotas y armadas españolas que partían de regreso a Sevilla con sus bodegas repletas de oro y plata de México y Nueva Granada.

Poca gente conoce que también La Habana fue la única plaza española en América gobernada por una mujer. Pues sí. Cuando el conquistador Hernando de Soto, primer gobernador de nombramiento real que tuvo la isla, marchó en la primavera de 1539 a tomar posesión de La Florida, dejó como teniente gobernador a su propia esposa, Isabel de Bobadilla.

Saqueada e incendiada en 1555 por el corsario hugonote Jaques de Sores, tomada por los ingleses en 1762, robada a los mambises por Estados Unidos tras las guerras de independencia contra España, así La Habana se labró un carácter de ciudad firme y dura, capaz de adaptarse a cualquier situación, asalto o cambio.

Vino la revolución y la ciudad se transformó. Los anuncios de Coca-cola y de Chevrolet fueron sustituidos por pintadas de "Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo" y "Aquí no se rinde nadie". Las calles cuadriculadas de Miramar, símbolo desde los años veinte de la exquisita burguesía, se llenaron de coches Lada y nombres soviéticos. La casa del ex presidente Grau San Martín, en la Quinta Avenida, se convirtió en 1969 en el Hogar de Hijos de la Patria Presencia de Lenin. El banco de oficiales de la calle 14 pasó a ser el museo del Ministerio del Interior y, poco a poco, la ciudad fue repartida por igual entre los desposeídos.

Sin embargo, un día de finales de 1989 llegó la crisis. El campo socialista comenzó a tambalearse, y con él la estructura económica del caimán dormido. La URSS desapareció y ya no llegó más jabón, ni pienso, ni alimentos ni nada de nada. Pero La Habana, ciudad curtida por los piratas y los gobiernos coloniales, no admitió este destino y se rebeló contra los nuevos corsarios del desabastecimiento. El alcalde, Pedro Chávez, pidió cultivar todos los solares y terrenos baldíos de la ciudad. En poco menos de dos años, se crearon 2.500 huertos y 500 más se preparan hoy para paliar la crisis.

Así, en medio de esta vorágine de cultivar, sobre el asfalto de la Quinta Avenida de Miramar hace poco comenzó a germinar un universo de lechugas, ajos y cebollines. Improvisados agricultores cogieron el azadón y araron sin piedad el emblemático paseo de la burguesía cubana. Algunos, al principio, se escandalizaron. Pero alguien recordó que cosas más graves han sucedido aquí, como el asalto del hugonote Sores al Gobierno de Isabel de Bobadilla. Han pasado ya cuatro siglos desde que Felipe II concedió a La Habana el título de ciudad.

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