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Juzgados tres monitoras y un maquinista de Renfe por la muerte de un 'boy scout' de Vallecas en una excursión

Tres monitoras de boy scouts de Vallecas, de la asociación Baden-Powell de España, y un maquinista de Renfe han sido juzgados durante tres días en Madrid por el accidente en el que una niña de nueve años perdió la vida y varios de sus compañeros sufrieron heridas. Los menores, que habían estado de acampada en un paraje de la provincia de Ávila e inexplicablemente regresaban a Madrid por el arcén de una vía, cayeron por un terraplén (unos 100 metros de profundidad) al paso del convoy. Amaya Cortés, de nueve años, murió por el golpe.

Durante el juicio no quedaron muy claras la causa del accidente; es decir, si los menores (19, entre chicos y chicas) saltaron al terraplén asustados por la inesperada llegada del tren o si fueron empujados por el remolino de aire que formó a su paso la máquina. También cayeron por el precipicio dos de las monitoras. La pequeña Amaya sufrió un traumatismo cráneo-encefálico que horas después acabó con su vida en un hospital de Ávila. Otra menor, Ana García, que entonces contaba 10 años, se ha quedado sorda del oído derecho, al margen de otras secuelas, también por el golpe. Los hechos que han llevado al banquillo a las tres monitoras y al maquinista, acusado de imprudencia, se produjeron el 29 de marzo de 1987, según el letrado Gerardo Rayo.¿Por qué las tutoras guiaban a unos niños tan pequeños (entre ocho y 12 años) por el balasto de la vía? Ésta ha sido la gran pregunta del juicio. Se enfrentan a una posible condena por imprudencia temeraria, en opinión de los familiares de los niños; y a una falta, según el fiscal, así como a fuertes indemnizaciones.

El fiscal discrepó en el juicio de la opinión de los abogados, que achacan al maquinista no haber detenido el tren con suficiente antelación.

El maquinista observó a los niños justo al salir de un túnel. Tocó insistentemente el silbato, pero no pudo detener el tren a tiempo: la distancia de frenada fue de unos 150 metros. Los niños heridos fueron trasladados hasta un puesto de socorro en el mismo tren.

Fin de semana aciago

La imagen de los críos saltando por los aires hacia el fondo del precipicio no se apartó de la mente de las monitoras, que lloraron amargamente durante todo el juicio. Relataron al magistrado Eduardo López-Palop, con los ojos empañados de lágrimas, que lo que prometía ser una acampada feliz se trocó en un Fin de semana aciago para ellas y para el grupo de boy scouts. El frío, el viento, un río infranqueable, el desconocimiento del paraje... Todo influyó, según ellas, para que al final optaran por regresar a Madrid siguiendo la vía. Querían coger el tren en la estación de Santa María de la Alameda. Según la versión de las monitoras, el tiempo no acompañó durante la acampada. La primera y única noche cayó una fuerte helada y los niños pasaron mucho frío; algunos incluso tiritaban. Cuando amaneció, el temómetro señalaba cero grados. En vista de los imprevistos avatares, decidieron volver a Madrid esa misma mañana, domingo 29 de marzo.El primer camino de vuelta elegido lo abandonaron porque lo atravesaba un río infranqueable para los menores. Más tarde llegaron a una tortuosa carretera, que también tuvieron que dejar porque, dijeron, hacía mucho viento, era muy estrecha y el paso de los coches auguraba un serio peligro para el grupo. Finalmente, preguntaron a un agricultor si había algún camino alternativo para llegar a la estación del tren, y éste les indicó el de la vereda de la vía.

El tramo férreo se componía de dos vías. Los niños y sus monitoras comenzaron a caminar por el arcén de la izquierda, confiados en que los trenes vendrían de frente y podrían verlos. Todo lo contrario: estaban en uno de los poco tramos férreos de España en los que el tren circula por la vía de la derecha. De ahí que llegase por la espalda y sorprendiera a los aterrorizados niños justo en el momento que pasaban por el precipicio. La sentencia se conocerá la próxima semana.

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