Los peregrinos del camino de Olga
"Hay que emigrar para comer", opinan los vecinos del pueblo dominicano donde nació la inmigrante asesinada
Una tal Olga viajó hace 10 años a Madrid, encontró trabajo como empleada del hogar y se casó con un español. Fue la primera vecina de Vicente Noble, un pueblo de 26.000 almas en el sureste de la República Dominicana, que descubrió España como emigrante. Hasta, hoy, casi cinco mil oriundos de este rincón caribeño han seguido los pasos de Olga. Una de ellas fue Lucrecia Pérez, asesinada el pasado viernes en Aravaca. En Vicente Noble, España es tan familiar como la salsa, el banano o el ron.
Es raro encontrar en Vicente Noble a alguien que no tenga un hijo, un sobrino u otro pariente en España. Lo mismo ocurre con los matrimonios, separados por la distancia porque él se queda aquí y ella trabaja en Madrid. Los niños, un drama en el pueblo, quedan al cuidado de las ancianas o de las adolescentes. España es sinónimo de trabajo y dinero, y esto en Vicente Noble hace mucho que está por encima de cualquier prejuicio. "Es necesario emigrar para poder comer", dicen todos.Hay desgraciados, como Víctor Trinidad, esposo de la asesinada Lucrecia Pérez, que se pasan todo el día trabajando. La agricultura reporta unas 400 pesetas al día (nueve horas a pleno sol caribeño). Es el único recurso que le queda a esta gente que no ha visto una fábrica en su vida.
Pero hay también, y cada vez más, quienes han parado este calvario y viven del dinero que sus esposas o hijas les envían desde España. Esa fuente de ingresos les permite una vida más cómoda, fanfarronear de que son casi ricos y permitirse el lujo de jugar al dominó en los soportales mientras otros trabajan.- "Es una vergüenza ver a esos hombres sin hacer nada", susurra una anciana.
Dos formas de progresar
Para una inmigrante dominicana, hay dos formas de hacer dinero en España: una más lenta, como empleada del hogar, y otra más rápida, como prostituta. Ello se refleja en el pueblo en las familias que tardan más o menos tiempo en construirse una casa. Los hombres lo saben y hacen la vista gorda.Las mujeres del pueblo son cómplices entre sí. Incluso cuando, en vacaciones, llega al pueblo alguna emigrada se reúnen y se toman a risa las fantasías que les cuentan de España. Aquí nadie es ignorante y todo el mundo se sabe la vida y milagros de las familias españolas, como también conoce lo que pasa en los clubes de alterne de carretera.
Pero por encima de todo, en Vicente Noble se trabaja este asunto de la emigración a España en perfecta organización. Es muy difícil que un vecino denuncie a los traficantes de empleo que residen en Santo Domingo, hable de una supuesta conexión española sobre el porvenir de sus compatriotas o reconozca cuál de los aeropuertos españoles es más vulnerable para el paso ilícito.
Hay mujeres que venden ropa española, usada generalmente, en sus domicilios. Los perfumes de los sábados son también españoles. Incluso hay quienes se lavan con jabones envueltos en etiquetas de algún hotel de la Castellana.
Hay en el pueblo correos que viajan frecuentemente a Madrid, se reúnen con la colonia de Vicente Noble y recolectan las cantidades que van dirigidas posteriormente a cada familia. Uno de estos era hasta hace poco Augusto Pimentel (Porfirio Elías Pimentel, según la policía española), el herido en Aravaca. Pero Pimentel no puede regresar al pueblo porque arrastra una deuda de 130.000 dólares (unos 15 millones de pesetas) con las familias de los emigrantes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.