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España se desacredita como equipo

Santiago Segurola

El equipo español malvivió en un partido descamado, dictado por la ley irlandesa. En estado agónico aguantó el último tercio, con 10 jugadores y un sentimiento tremendo de frustración. La selección está muy lejos de alcanzar un puesto honorable en el fútbol europeo. La falta de identidad en el juego y la debilidad de carácter se volvieron a concretar frente a un adversario al que le sobró entereza y confianza en su estilo. España ha agotado la vía academicista. La reunión de futbolistas con clase no ha desembocado en un conjunto competitivo. A este equipo le falta el grado de excitación ganadora: es muy superficial.El encuentro probablemente dejó la autoestima de los jugadores por los suelos. Irlanda, un equipo experto y fajador, cambió todas las claves del juego español. Los jugadores de Charlton se limitaron a estar en su papel. Fue suficiente para lograr una lista de desgracias en la selección de Clemente: cada uno tuvo que interpretar el papel que no sabe. El escaso tiempo con la pelota se gastó entre Hierro, Ferrer y Goikoetxea, los menos dotados para manejar el juego. Michel y Martín Vázquez pasaron la noche como actores secundarios, casi extras. La delantera no existió. En aquellas condiciones, Butragueño y Salinas eran dos barquitos en alta mar. El partido fue de Irlanda . España tiene ahora poco crédito.

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Clemente, optimista

Irlanda convirtió el partido en un pedregal. Juego seco, sin concesiones, muy agresivo. Es la veta mineral del fútbol, unos tipos que andan por el campo sin sutilezas. La fórmula es vieja, pero funciona, y mejor cuando el adversario se siente intimidado y no es capaz de ofrecer una alternativa. La selección española se quedó en los huesos desde el comienzo. Tuvo que seguir el ritmo irlandés, metidos los jugadores en un fregado inconveniente. No estaba España para chocar, cabecear y seguir los pelotazos de los irlandeses. Y en ese plan estuvo el partido. El peor paisaje posible para los de Clemente.

El juego español se volvió voluntarista, a falta de una oferta seria. Estilo no había. El primer remate llegó pasada la media hora, un tirito de Hierro que provocó un entusiamo desmedido en la grada. Era una excusa para ilusionarse con algo. La realidad se pintaba mucho peor. No había posibilidad alguna de ganar el encuentro. Amor estaba más cerca de Zubizarreta que de la cancha irlandesa. Los chicos de Charlton le habían metido allí a pelotazos. Hierro caminaba con su marcha, superado por el dinamismo del juego adversario y por la dificultad general para aliviarse de la presión de los centrocampistas rivales. No apareció ninguno de los jugadores capaces de trasladar la pelota con criterio. Las líneas estaban desconectadas, cada uno en su isla, guardado por un par de irlandeses vehementes.

El único aspecto favorable a España fue el resultado. Irlanda ganó el resto de los asaltos del partido. Más metida en el juego, con una fe ¡limitada en su estilo y la agresividad tradicional, dejó a España sin el balón y sin oportunidades. El carácter rústico de su fútbol prevaleció y quizá impidió también la victoria irlandesa. Quinn se midió con Zubizarreta en un mano a mano que anunciaba el gol por todas partes. Pero la falta de delicadeza de esta gente con la pelota impidió al poderoso ariete levantar la pelota sobre el portero. Hubiera sido excesivo: potencia, coraje, firmeza, orden y también clase. Esta condición última no la tienen. Y gracias a esta carencia irlandesa sobrevivió España. El resto corrió del lado del árbitro, que dictó ¡legal un gol de Aldridge en la segunda parte, cuando el partido se escapaba a los españoles.

Todo fue raquítico en el equipo español. Lo más parecido a una ocasión fue una apertura de Butragueño a Martín Vázquez, que cerró el interior con dos quiebros en el área y el pase paralelo a la raya de gol. Nadie salió por allá para empujar el balón.

El encuentro puede dejar heridas profundas en el fútbol español. El equipo vive ahora sin confianza, y probablemente los jugadores se sentirán peores futbolistas de lo que son. La afición volverá a dar la espalda a un equipo que sólo produce fiascos. Y Clemente tendrá que aguantar un chaparrón de espanto. El panorama no es el más adecuado para afrontar la recta decisiva de la clasificación. Un problema se añade. La selección estaba integrada por jugadores de los tres equipos que tienen la hegemonía de la Liga. Es dificil pensar que fuera de ellos haya otros que regeneren el equipo nacional.

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