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Hillary

Si Tola se la encontrara en su camino le diría: tú vales mucho, nena. Atención a esta chica. Se llama Hillary y sólo se ha dejado llamar seflora Clinton para ayudar a su marido a ganar las elecciones, tragando incluso el sapo de las veleidades sexuales extramatrimoniales de su esposo. Hasta hace pocas semanas figuraba con su nombre de soltera en las listas de los 100 abogados más prestigiosos del país y, según informan los corresponsales en el imperio, Hillary opina que el matrimonio, se entronca directamente con el sistema esclavista. Si se tiene en cuenta que Clinton fue contracultural, antibelicista y contrario a la guerra de Vietnam, y retenemos el dato de que Hillary no cree en el matrimonio, ¿no tienen la sensación de que el sistema se tambalea?Yo agradezco a esta pareja que me eviten, a partir de enero, seguir aguantando al matrimonio Bush, fugitivos de la serie de la familia Monster. Pero en Hillary intuyo una guasa ante su marido, el sistema y los modos de producción que hay que vigilar muy de cerca. Ya no se trata de aquel prototipo de primeras damas norteamericanas posteriores a la espléndida Eleanor Roosevelt, recién salidas todas ellas de Florita, la revista para niñas que glosó hace poco desde estas páginas Maruja Torres: ¿recuerdan el aspecto de cretonez (de cretona) que tenía la señora Eisenhower? Y, pasando sobre el cadáver ético de Jacqueline, capaz de venderse al petrodólar, ¿memorizan a Lady Bird, la señora Johnson, una Margaret Thatcher sin sentido de Estado? ¿Y la deprimida y depresiva señora Nixon, nunca recuperada de la evidencia de estar casada con Nixon? ¿Y Nancy Campanilla, diseñada por la Walt Disney? No olvidaremos jamás a la viuda alegre de Bush. ¡Pero esta Hillary! He aquí una candidata a la presidencia, sea quien sea el presidente. Incluido su marido.

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