Los franceses mantienen el hábito de fumar en locales públicos pese a la ley antitabaco
La guerra entre fumadores y no fumadores desencadenada en Francia por la entrada en vigor de la ley antitabaco va a cumplir su primera semana con un resultado de tablas. En general puede decirse que la prohibición de fumar en cualquier espacio público cerrado es poco respetada. El propio Bernard Kouchner, ministro de Sanidad y Acción Humanitaria, reconoce que "tendrán que pasar años" hasta que pueda aplicarse estrictamente la letra y el espíritu de esta ley.
Por el momento, las autoridades han renunciado a intentar imponer la ley por procedimientos policiales. Kouchner y otros miembros del Gobierno han invitado a los ciudadanos a resolver "caso por caso" y "en un espíritu de tolerancia y de respeto mutuo" los conflictos provocados por los viejos hábitos de los fumadores y los nuevos derechos de los no fumadores. En la práctica, eso se traduce en el hecho de que, salvo en el metro de París, la ley es más bien poco aplicada.Hostiles desde el primer momento a la ley, los propietarios de cafés, bares, restaurantes y discotecas han invertido por completo el sentido de la ley. Han ubicado a los no fumadores en las trastiendas, al lado de los servicios o en plena corriente de aire. Es decir, en contra de la intención del legislador, los marginados son los no fumadores.
Si eso ocurre en la mayoría de los locales, algunos son aún más astutos. Son, por ejemplo, los que anuncian en sus puertas: "Bar reservado para fumadores. Los no fumadores son también bienvenidos". O los que hacen como si aplicaran al pie de la letra la ley: crean una zona especial para fumadores y la señalan de modo conveniente, pero esa zona representa el 80% del local.
Derecho a no fumar
Presentándose como grandes campeones de la tolerancia, algunos adictos a la nicotina proclaman estos días su disposición a aguantar a los no fumadores. Es lo que hace el guasón propietario del quiosco de prensa de la Rue de Choiseul, que ha colocado el siguiente cartel a la entrada de su establecimiento: "Tengamos la fiesta en paz. Los no fumadores tienen aquí derecho a no fumar".Desde los tiempos del despotismo ilustrado y, luego, los de los jacobinos y su Comité de Salud Pública, la historia de Francia puede explicarse por el eterno pulso entre el deseo de las autoridades de obligar a los ciudadanos a ser libres, cultos, sanos y felices, y la habilidad de éstos para escapar a la ley. Al fin y al cabo, Francia es un país medio mediterráneo y medio latino, un país indisciplinado, golfo y vitalista en relación a sus vecinos ingleses o alemanes, y eso no se cambia por decreto.
El metro de París es de los pocos lugares en los que el problema ha sido resuelto en el sentido establecido por la ley. Unos carteles indican en las entradas de las estaciones: "Atención. Penetra usted en un espacio de no fumadores".
Sorprendentemente, la prohibición es respetada, lo que no puede decirse de la gran mayoría de los liceos y universidades, donde la mayor parte de los chavales ahúman vestíbulos, pasillos e incluso aulas y salas de conferencias.
Sin incidentes
Hasta ahora, sin embargo, la guerra del fuego no ha provocado ningún incidente violento en Francia, y no se ha registrado ninguna intervención policial para obligar a los fumadores a apagar sus cigarrillos. Eso sí, los debates son vivos. En las empresas, en concreto, las negociaciones sobre el tabaco están sustituyendo este otoño a los clásicos debates salariales. Los no fumadores exigen una interpretación literal de la ley, o sea, la prohibición absoluta de fumar durante las horas de trabajo. Los adictos a la nicotina responden intentando negociar la separación de zonas de trabajo de fumadores y no fumadores como la que se ha establecido en la redacción central de la agencia de noticias France Presse.En la sede parisina de IBM se ha prohibido fumar en las zonas de trabajo, pero la compañía se ha gastado unos 100 millones de pesetas en acondicionar unas salas especiales donde los adictos a la nicotina van de vez en cuando a hacerse un pitillo. La compañía IBM está calculando ahora las pérdidas de horas de trabajo que representan las periódicas visitas de los fumadores a esas salas. Los no fumadores exigen, por su parte, una reducción equivalente de su jornada de trabajo.
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