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La Legión zarpa a Bosnia entre ruegos por el regreso con vida de sus integrantes

Miguel González

Entre cánticos del Tercio, marchas militares y ruegos por el regreso con vida de todos los expedicionarios, el buque Castilla soltó amarras en Almería a las 12.45 de ayer, llevando a bordo a los 530 militares, en su mayoría de la Legión, que integran el grueso de la Agrupación Málaga. El buque tiene previsto llegar el domingo al puerto croata de Split, donde los 184 soldados que les precedieron hace 12 días tendrán ya listo el alojamiento para el batallón español, en la cercana localidad de Divuje.

El coronel Francisco Javier Zorzo, jefe de la Agrupación, aseguré que los expedicionarios estarán listos el 14 de noviembre para iniciar su misión de ayuda a la población civil de Bosnia-Herzegovina.Él ambiente festivo de la despedida estuvo muy alejado de las dramáticas escenas de las salidas de los marineros españoles durante la guerra del Golfo, tal como querían los responsables del Ejército. No obstante, los gritos y las canciones apenas podían disimular la intensa emoción e inquietud de las familias de los militares por ver partir a sus seres queridos a un destino incierto.

La preocupación por las posibles bajas y la esperanza de que éstas no se produzcan fueron una constante en los discursos de despedida. El ministro de Defensa, Julián García Vargas, expresó su deseo de que la Agrupación "regrese con todos sus miembros" y agregó, dirigiéndose a los legionarios: "La instrucción que habéis recibido ayudará a que así sea". El jefe del Estado Mayor del Ejército, Ramón Porgueres, se mostró confiado en que los legionarios lleven "a buen término la misión" y regresen "todos bien", al tiempo que transmitió a los integrantes del contingente un saludo del Rey: "Buena suerte y feliz regreso".

Los miembros de las Fuerzas Armadas no habían disfrutado desde hace años de un acto popular tan cariñoso -cientos de curiosos acudieron al puerto almeriense para despedir la expedición-, que Defensa quiso revestir de la máxima solemnidad con la asistencia de sus principales autoridades, empezando por el ministro y por el jefe de la cúpula militar, almirante Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo.

Aunque los cantos no ayudaban a subrayar el nuevo papel de las Fuerzas Armadas -"legionarios a luchar, legionarios a morir", cantaban los soldados, mientras la banda tocaba Gloria a las fuerzas de acción rápida- los discursos estuvieron muy alejados de las tradicionales arengas castrenses. "Lleváis una hermosa misión, dar ayuda humanitaria a un país asolado por la guerra", dijo el general Porgueres. "No olvidéis que lleváis una noble misión de paz, no de guerra", subrayó el ministro, "pero manteneos firmes y enérgicos".

El general Porgueres intentó insuflar ánimos a los militares españoles, tocados ya con la boina azul de la ONU, recordándoles que son "los elegidos, los mejores", pero no, por ello dejó de recomendarles que confíen en sus jefes y mantengan "la disciplina.

Posteriormente, en declaraciones a la prensa, el ministro evitó abundar en sus anteriores palabras sobre el riesgo de bajas, aunque admitió que se trata de una operación "muy difícil". García Vargas advirtió que la misión adjudicada inicialmente al contingente español -proteger los convoyes de ayuda humanitaria entre Split y Sarajevo- puede ser modificada por la ONU en función de los acontecimientos.

"Van en son de paz, pobrecicos"

"Ellos van en son de paz, que Dios les ayude, pobrecicos; después que van a una obra de caridad, que lástima de hijos", afirma Emilia, madre de un paracaidista de Albacete, quien a duras penas puede contener la emoción y los nervios durante la despedida en el puerto de Almería. "Yo lo veo muy malamente. El que tenía que ir es el Felipe, el Guerra y toda su generación. Si fuera para defender a España, yo misma la primera, pero para unos moros yugoslavos...", apostilla la madre de un legionario gaditano.Entre los familiares que acudieron ayer al puerto de Almería para despedir a los expedicionarios de la Agrupación Málaga en, su partida hacia Bosnia-Herzegovina había dos actitudes opuestas: la de aquellos cuyos hijos o novios se presentaron voluntarios para ir a Yugoslavia y la de quienes, por ser sus familiares militares profesionales, han sido enviados sin contar con sus deseos.

"Es su vida. Lo ha decidido él y yo tengo que asumirlo", afirmaba el padre de un cabo de Caballería de Zaragoza, aunque su esposa agregaba: "Yo tengo mucho susto".

Menos conformes se hallaban, Paloma y Mercedes, mujer y novia, respectivamente, de dos cabos paracaidistas. "España se mete donde no se tiene que meter", decía la primera. "Para quedar bien, que sé embarque el ministro", agregaba la segunda.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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