_
_
_
_

La fuerza del egoísmo

El Nobel Gary Becker demuestra la lógica económica de la conducta humana

"La economía es el arte de sacarle el mayor partido a la vida". Esta frase de George Bernard Shaw inspira la filosofía de Gary Becker, galardonado con el Premio Nobel de Economía de este año por una obra dedicada a analizar la lógica económica del comportamiento humano. Desde el amor hasta el crimen, desde la discriminación hasta la moda, este profesor de la Universidad de Chicago, de 61 años, ha formulado la racionalidad económica que subyace en nuestros actos. ¿O acaso alguien discute hoy la importancia del "capital humano" -término acuñado por Becker- en el milagro alemán o que Maradona cobre por poseer el monopolio de un bien único: su habilidad como futbolista?

"Cuanto más alto es el precio de la gasolina, mayor es la altura de los edificios en el centro de la ciudad. ¿Verdadero o falso?". La pregunta es sólo uno de los muchos problemas que Gary Becker planteaba a su alumnos, recuerda Juan Antonio Pérez Campanero, subdirector del instituto de análisis económico Fedea, que asistió entre 1984 y 1989 a sus clases de doctorado en la Universidad de Chicago. "Becker era un provocador, y solucionar sus problemas te llevaba muchas horas a la semana", dice, mientras muestra orgulloso una solución que no llega a medio folio salpicado de ecuaciones.Para Pérez Campanero, el núcleo del mensaje de Becker está en su análisis de la familia: "Una unidad de consumo y producción de bienes y servicios que no sólo incluye los que pueden comprarse, sino también lo que se incorpora gracias al trabajo y al tiempo que se dedica al hogar".

Sus originales teorías, publicadas a finales de los años cincuenta, concitaron entonces las críticas de economistas y sociólogos: no hablaba de precios, ni de mercado, decían los primeros; es una muestra más del imperialismo científico de los economistas, dijeron los segundos. Pero sus ideas son actualmente aplicadas al mercado laboral, al crecimiento económico y a los más extravagantes asuntos.

Este sentido común económico descrito por Becker se resume en que es el egoísmo y el propio interés la gran fuerza subterránea que mueve a la sociedad. Cada uno de nuestros actos es medido en términos de satisfacción personal, cada decisión tiene un precio, cada prejuicio un coste. Una tesis antipática, impopular seguramente, pero... ¿verdadera o falsa?

¿Por qué hacemos colas?

Primero, algo fácil. "¿Por qué la gente abarrota un restaurante de moda, aunque sea caro e incómodo, para después olvidarlo cuando ya no va nadie, o por qué todo el mundo compra el libro La historia del tiempo, de Stephen Hawking, aunque no lo vaya a leer jamás?", se pregunta Becker.

Su explicación es muy simple y choca con la teoría económica al uso. Los economistas tradicionales dirán que el exceso de público de un restaurante se soluciona con subidas de precios, para frenar la demanda, o ampliando el negocio pata cubrir la oferta; él sugiere que ambas propuestas son erróneas, pues la gente elige un determinado local para cenar o un libro para regalar porque otros lo hicieron antes, por el valor de interacción social que le reporta. O como él dice: "La demanda de cada uno aumenta con la demanda global, además de descender cuando aumentan los precios".

Esto significa que si el restaurante de moda decide subir los precios para evitar las aglomeraciones puede matar la gallina de los huevos de oro, pues si esa carestía anima a varios a elegir otro local, otros tantos, menos preocupados por los precios, les seguirán, y el negocio "pasará de estar in a estar out", como dice Becker.

Apliquemos ahora su hipótesis a la pareja y los hijos. En un esquema patriarcal, dice, el salario que puede aportar el marido supera tanto, al que podría ganar la esposa que es racional y rentable una división matrimonial del trabajo. Él contribuye con renta y ella con trabajo doméstico.

Pero llega la emancipación de la mujer y la esposa se incorpora al mercado de trabajo. No obstante, sigue haciendo las labores del hogar, con lo que supera a la renta del marido, por lo que el matrimonio, para ella, deja de ser rentable.

Como primera solución, Becker propone que él compita en la obtención de rentas no monetarias, es decir, "que saque la basura o lave los platos para compensar la diferencia". Otra vía es que elija, en el mercado matrimonial, una esposa con renta monetaria tan inferior a la suya que compense la tradicional división del trabajo.

La decisión de tener hijos también obedece a criterios económicos, aunque no siempre sean aparentes, sostiene Becker, casado con una iraní y padre de cuatro hijos. Según el Nobel, a medida que aumentan los ingresos, los padres incrementan sus inversiones -más tiempo y más dinero en la educación de sus hijos, por ejemplo-, pero tienen menor número, lo que explica la caída del índice de natalidad en los países industrializados.

Por contra, en las economías en desarrollo con gigantescas ciudades -como México o Río de Janeiro-, los hijos son antes que un gasto una inversión. De hecho, "conseguir rentas" como dice Becker -en la realidad, sin metáforas técnicas, la lucha por la vida de miles de niños en las megalópolis del Tercer Mundo- es más fácil para éstos que para los adultos.

¿Existe este cálculo moral de probabilidades? La crítica más extendida a Becker es que utiliza la teoría económica para concluir obviedades arropadas con lenguaje técnico y matemáticas, pero sus discípulos argumentan que entre esas obviedades conviene distinguir entre las que son lógicas y las que se suponen ciertas por tradición.

Las rentas del saber

La principal aportación del último premio Nobel de Economía es su teoría de capital humano. La idea es que la educación es una forma de inversión, que exige dedicar primero dinero y esfuerzo, y rinde al cabo del tiempo una mejora de salario para quien optó por ella. Tras esta evidente afirmación, Gary Becker hace un análisis de qué tipo de formación es más rentable, tanto en la escuela como en la formación profesional que se adquiere en el puesto de trabajo.Al analizar la educación más conveniente en la escuela, este economista argumenta contra la moda de formación muy concreta y científica. A su juicio, cuanto más general y multidisciplinaria sea la formación de un joven tanto mejor se adaptará éste a las condiciones del mercado de trabajo. ¿Aunque no sepa informática? La respuesta del Nobel es que sí, pues la educación se recibe muchos años antes de que se puedan extraer los beneficios de ella, por lo que una educación amplia facilitará mayor capacidad de adaptación a las cambiantes condiciones del mercado de trabajo.

Con un esquema similar, analiza por qué las empresas están mucho más dispuestas a pagar cursillos de formación sólo aplicables en su compañía que cursos generales para su plantilla. Los trabajadores, en cambio, preferirán los cursos generales y sólo aceptarán los específicos si esperan obtener algo a cambio, como promoción o menor jornada.

En los años sesenta, Becker abordó este problema para concluir que la formación específica debe correr por cuenta de la empresa. A cambio, el trabajador tendrá que abonar la general, pues la empresa nunca querrá gastar su dinero en algo que puede beneficiar a otros patronos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_