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El emperador de Japón visita Pekín por primera vez en una aproximación a China

Juan Jesús Aznárez

Tong Zeng, uno de los chinos más activos en exigir de Japón 180.000 millones de dólares (unos 19 billones de pesetas) en reparaciones de guerra, recibió de su empresa un trabajo que cumplir en una provincia alejada de Pekín. Como él, miles de compatriotas son controlados de cerca estos días por la policía para evitar manifestaciones antiniponas o serias alteraciones del orden público durante la visita que hoy inicia a China el emperador de Japón, Akihito. Por primera vez en los 2.000 años de contactos entre las dos naciones, el sucesor de Hirohito, cuyas tropas asolaron gran parte de Asia, viaja a China para intentar la reconciliación con el país más castigado en los salvajes años del expansionismo militar nipón.

El viaje del emperador Akihito se efectúa precedido de una fuerte polémica en Japón, donde los grupos ultranacionalistas y amplios sectores del Partido Liberal se opusieron al mismo por considerar que el emperador, oficialmente divino hasta hace poco más de una generación, será sometido a una fuerte presión a fin de que reconozca las atrocidades perpetradas por el Ejército imperial durante la ocupación de China en nombre de su predecesor en el trono. "Odio a los japoneses. Se portaron como animales", comenta un joven de 24 años, propagandista sin vocación en una emisora oficial, al pedírsele una reflexión sobre una visita histórica para ambos países. Amparándose en el anonimato, el periodista frustrado subraya que "el partido, evidentemente, persigue la inversión japonesa, aunque para ello tenga que pasar por encima de los sentimientos del pueblo".Tong Zeng asegura que "es difícil describir los crímenes tan horribles que los japoneses cometieron durante la guerra, y es imposible olvidar su crueldad".

Al igual que la presión ultranacionalista ha sido fuerte, también son muchos los japoneses de posguerra que creen necesaria una sincera disculpa imperial en China para allanar el camino hacia la reconciliación con Corea del Sur y otras naciones del sureste asiático arrasadas durante la II Guerra Mundial.

El emperador llega acompañado por la emperatriz Michiko en una visita solicitada por China durante tres años y qué se desarrollará durante una semana en Pekín, Xiam, la antigua capital imperial, y Shanghai. El principal interés de la gira, con importantes objetivos políticos y económicos por ambas partes, es observar en qué términos Akihito se refiere a la ocupación japonesa del periodo 1931-1945, durante el cual millones de chinos murieron en bombardeos aéreos, en matanzas de civiles o en campos de trabajo. Algunos historiadores elevan el número de compatriotas muertos y heridos hasta los 20 millones.

Responsabilidades históricas

El 29, de septiembre de 1973, coincidiendo con el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Gobierno nipón, Pekín renunció a toda indemnización económica, pero permitió que un comité popular recogiese 300.000 firmas y promoviera una campaña exigiendo del emperador un explícito reconocimiento de las responsabilidades históricas de Japón. "Una vaga expresión no es suficiente", opina uno de sus integrantes. Cuando el antiguo primer ministro nipón Kakuei Tanaka se entrevistó en Pekín, en 1972, con el entonces jefe de Gobierno, Zhou Enlai, la frase "les causamos serios problemas" fue traducida a los chinos en términos todavía más suaves.

La ira de la gerontocracia comunista se disparé y fueron presentadas estadísticas y relaciones para ilustrar la verdadera magnitud de "los problemas". En esta ocasión, la prioridad china no parece tanto la expresa declaración de remordimiento y disculpas de Akihito como lograr un nuevo éxito diplomático y asegurar que la visita atraerá el capital y la tecnología nipones imprescindibles para mantener su actual crecimiento económico.

El historiador japonés Saburu Ienaga reconoce que en la década de los noventa del pasado siglo la tradicional veneración nipona por la cultura e historia chinas fue sustituida por un, arrogante sentimiento, de superioridad. Japón desestimó cualquier identificación con el nacionalismo chino y su colaboración con la lucha independentista del país vecino. para unirse a los poderes coloniales occidentales y disputar después a éstos "una tajada en el melón chino".

Una larga y sangrienta crisis histórica

Las relaciones entre China y Japón han sufrido una larga crisis desde que a finales del siglo XIX el Gobierno de Tokio se inclinó hacia la colaboración con los poderes coloniales occidentales, para obtener beneficios de la situación, en vez de ofrecer apoyo al movimiento nacionalista chino.Con un arsenal más moderno y un millón de soldados, Japón derrotó a China en la disputa bélica de los años 1894 a 1895 por el control de Corea y forzó de Pekín la cesión de Taiwan, del archipiélago de Pescadores y de la estratégica península de Liaodong. Después, Japón participó con Occidente en el reparto de China en áreas de influencia y se reservó la provincia de Fujian.

Nuevamente victoriosos en la campaña contra Rusia (1904-1905), los regimientos nipones ocuparon territorios ricos en recursos naturales en las fronteras de Manchuria, y una década después, desencadenada la Primera Guerra Mundial, Tokio amplió sus dominios en la provincia de Shandong y pretendió convertir China en un protectorado.

En 1931, el Ejército imperial japonés fabricó una agresión e invadió toda Manchuria, donde estableció un Estado marioneta. Seis años más tarde, un nuevo incidente en el llamado Puente de Marco Polo sirvió de pretexto para una nueva guerra. Las tropas niponas tomaron Pekín, todas las ciudades portuarias y Nanking, donde perecieron entre 40.000 y 300.000 personas. La contraofensiva china y la derrota nipona en la II Guerra Mundial acabaron con las ambiciones japonesas.

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