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LA BATALLA POR LA CASA BLANCA

Clinton gana otra batalla en la guerra contra Bush

Antonio Caño

George Bush miró dos veces su reloj durante el debate presidencial de la madrugada del viernes en Virginia; como si tuviera prisa, como si no estuviera interesado en lo que allí se decía, como si observara pasar el tiempo sin que llegase nada para librarle de la derrota, como si estuviera pensando ya tan sólo en salvar la cara, no frente al electorado, sino frente a la historia. Cuando Bush miró el reloj, percibía que Bill Clinton le había vuelto a ganar otra batalla y acumulaba munición para ganarle también la guerra.

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Sólo una cadena de televisión, la CBS, elaboró una encuesta entre los espectadores sobre los resultados del debate, pero ésta fue concluyente: el 54% de los estadounidenses consultados considera a Clinton vencedor, el 25% da ventaja a George Bush y un 20% se inclina a favor del independiente Ross Perot.Pese a la amplitud del margen favorable para el candidato demócrata, Bill Clinton, el debate, celebrado en la Universidad de Richmond, en el que los candidatos se sometieron a las preguntas de un grupo de votantes indecisos presentes en la sala, estuvo frío, bien centrado en el análisis de los principales problemas que preocupan a la población norteamericana (economía, desempleo, educación, sanidad, crimen), pero, después de todo, estuvo falto de colorido y pasión.

George Bush aunque parece haber comprendido finalmente que los ataques sobre el carácter de su contrincante no funcionan ante el electorado, lo intentó de nuevo ayer con escasa convicción y menor éxito. Contó que su padre, al despedirle antes de la guerra mundial, le recomendó que nunca mintiera. Lo he cumplido, dijo, y volviéndose hacia Clinton le tachó de mentiroso por su actitud sobre la guerra de Vietnam. El candidato demócrata no entró al trapo.

En este sentido, el comité de Relaciones Exteriores del Senado, de mayoría demócrata, ha anunciado la apertura de una investigación tendente a averiguar si la Administración Bush utilizó "procedimientos inapropiados" para investigar el pasado de Bill Clinton. El comité, presidido por el venerable senador por Rhode Island, Claiborne Pell, ha citado al secretario de Estado en funciones, Lawrence Eagleburger, y a la funcionaria responsable de la petición, la secretaria de Estado adjunta para asuntos consulares, Elisabeth Tamposi, para que acudan a declarar al Senado el lunes por la tarde.

Igual que en el primer debate, el celebrado el pasado domingo en San Luis, el presidente estuvo bien, explicó con criterio su pro grama y defendió sus tesis conservadoras frente a las más progresistas de los demócratas, pero no encontró la forma de romper el debate a su favor. El presidente, un hombre de modales aristocráticos y educado en Nueva Inglaterra, no podía descender al tono camorrista utilizado por Dan Quayle en el debate entre los candidatos a la vicepresidencia. Bush se vio, finalmente, perjudicado por el clima apacible de una discusión que no se prestó al lucimiento personal.

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Ross Perot tampoco pudo mantener el nivel mostrado en su primera actuación. En aquella oportunidad, el candidato independiente se vio beneficiado por el efecto sorpresa de su intervención y por el estilo coloquial, directo, casi improvisado, y divertido de su discurso frente a otro mucho más elaborado, casi programado de sus dos rivales, pero esta vez eso no fue suficiente.

Como pez en el agua

Si alguno se lució un poco más fue Bill Clinton. El candidato demócrata, favorecido por un formato de debate en el que se siente muy cómodo y que ya ha utilizado varias veces en esta campaña, fue el mejor en cuando a su capacidad de comunicarse con el espectador. Clinton estuvo prudente y serio -ni siquiera aprovechó la oportunidad que le brindó la moderadora para criticar el espionaje sobre su actividad juvenil ordenado por la Administración republicana a las embajadas en Londres y Oslo-, jugando más a no comete errores que a atacar al contrario.

Al final, cada uno entregó a la audiencia el mensaje que pretende y que los tres repiten hasta la saciedad: Bush insistió en que él es el único en el que se puede confiar en situaciones comprometidas, Clinton pidió valentía para respaldar su programa de cambio y Perot ofreció su plan de menos discursos y más acción.

En palabras de los candidatos, éstos fueron algunos de los momentos estelares:

"Cuando yo era un niño, en sólo dos generaciones se conseguía doblar el nivel de vida. Hoy serían necesarias 12 para conseguir eso mismo. Nuestros hijos no verán el sueño americano por culpa de la deuda que alguien dejó sobre nosotros". (Perot)

"Como gobernador, yo he trabajado muy duro durante 12 años sobre los problemas reales de la gente real. Yo me siento tan irritado como ustedes al tenerme que despertar cada mañana e imaginar cómo hacer para salir adelante cada día". (Clinton)

"No veo cómo se puede reducir el déficit subiendo los impuestos. Yo no creo que los norteamericanos paguen pocos impuestos; yo creo que pagan demasiados". (Bush)

"Creo que debemos mantener la mayor fuerza defensiva del mundo... Si no reconstruimos la fortaleza económica de nuestro país no podemos seguir siendo una superpotencia". (Clinton)

"Durante 45 años hemos estado preocupados por el Ejército Rojo, ahora lo que nos, preocupa son los números rojos". (Perot)

"Entré en esta campaña porque no quiero que mis hijos sean la primera generación de norteamericanos que viven peor que sus padres". (Clinton)

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