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LA BATALLA POR LA CASA BLANCA

El patricio Bush contra el plebeyo Clinton

Los electores deberán optar entre un burócrata honrado y sin carisma y un joven pragmático e inexperto

Antonio Caño

La campaña presidencial de 1992 ha querido situar cara a cara a dos ejemplares políticos diametralmente opuestos. Uno, George Bush, es un profesional brillante de la Administración que ha pasado por sus mejores puestos, incluidos los de vicepresidente y presidente. Clinton es un político autoprogramado para llegar a la Casa Blanca. Cuando Bush era embajador ante la ONU, el joven Clinton luchaba contra la presencia de su país en Vietnam. Ahora, con los años, ambos se han encontrado en la misma arena. Pese a la masiva presencia de televisiones, radios y periódicos en la campaña electoral, tanto Bush como Clinton son unos grandes desconocidos para la mayoría de los ciudadanos. Uno parece como el burócrata honrado, frío y sin carisma. El otro es un joven con telegenia y ganas de triunfar, pero sin pasado político; sólo ha sido gobernador de Arkansas.

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Cuando George Bush inició su carrera política, en 1966, como miembro de la Cámara de Representantes, Lyndon B. Johnson era presidente de Estados Unidos, los disturbios raciales se cobraban varias vidas en Los Ángeles, se implantaba el primer corazón artificial en un hospital de Houston y llegaban rumores de guerra en Oriente Próximo. En ese año, un brillante estudiante de la Universidad de Georgetown llamado William Jefferson Clinton hacía campaña para el puesto de presidente del consejo de estudiantes. George Herbert Walker Bush era entonces, a los 42 años, un republicano conservador, pero moderado, que iniciaba en Washington lo q ue sería una brillante trayectoria como servidor público. Bill Clinton, con 20 años en aquel momento, era un muchacho de ideas progresistas y claras ambiciones políticas que apuntaba ya un instinto pragmático en su juvenil discurso de candidatura estudiantil: "La viabilidad de cada punto de mi programa ha sido cuidadosamente examinada".A la edad con la que Bush entró en la política, 42 años, Clinton había ya rechazado una oportunidad de ser candidato presidencial y hacía planes precisos para sumarse a la campana de 1992. Como otros muchos jóvenes estadounidenses crecidos en el entusiasmo del sueño americano, Clinton se educó siempre, en realidad, con la vista puesta en la Casa Blanca. A los 26 años formó parte del equipo del candidato presidencial demócrata George McGovern; a los 27 hizo su primera campana para un puesto en el Congreso por un distrito de Arkansas; a los 30 ya había ganado unas elecciones para fiscal general de su Estado, y a los 33 era, en su misma tierra natal, el gobernador más joven de Estados Unidos.

A esos mismos 33 años, George Bush se hacía millonario como socio de la Zapata Off-Shore Company, una empresa de Odessa (Texas) dedicada a la perforación de pozos de petróleo en las costas del golfo de México. "En esos años, más que saber lo que quería, sabía lo que no quería", dice Bush en su libro de memorias, Looking forward. "No quería nada convencional donde fácilmente se predice lo que va a pasar. Había llegado a la mayoría de edad en época de guerra, había conocido pueblos y culturas diferentes, había conocido el peligro y había perdido amigos íntimos. Como muchos otros veteranos de la II Guerra Mundial que regresaron a su patria, tenía pocos años, pero madurez y criterio. No me, interesaba el mundo que conocí durante la guerra. Buscaba una vida diferente, retadora, fuera de los moldes establecidos".

Altos cargos políticos

Bush no encontró nada más retador que, después de haber pasado 18 años en Texas, trasladarse a Washington para ejercer su labor en la Cámara de Representantes. Nunca más abandonaría los cargos políticos. En 1970, cuando perdió la reelección como diputado, fue elegido por Richard Nixon para el puesto de embajador en las Naciones Unidas; después fue presidente del Partido Republicano, jefe de la Oficina de Enlace de Estados Unidos en China, director de la CIA, candidato a la presidencia, vicepresidente y presidente.Lo mejor que Bush tiene para ofrecer en estos momentos al electorado norteamericano es su experiencia, la probada honestidad y sacrificio con que se ha dedicado a cada cargó en el que ha estado. Pero, curiosamente, lo mejor que tiene para ofrecer Clinton es su falta de experiencia, es decir, el hecho de que no es una persona contaminada por su paso por Washington; que es un gobernante de buen expediente por su labor en Arkansas, pero que está alejado de la imagen del político tradicional.

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Pese a la diferencia de ambas trayectorias, George Bush y Bill Clinton presentan algunos rasgos políticos similares. Ambos son dos hombres que conocen lo que es bregar en el terreno más difícil de su oficio y parecen disfrutar en él; ambos saben lo que es perder elecciones y ambos han aprendido a recuperarse para volver a ganarlas. "Realmente me gusta mi trabajo", confesó Bush en uno de los momentos difíciles de su presidencia. Tanto Bush como Clinton han desarrollado un gran sentido práctico de la política, casi un don excepcional para la adaptación, y, si de esto se puede extraer alguna consecuencia, ambos son zurdos. Bush supo estar a favor del aborto en 1980 y en contra en 1988; a lo largo de su mandato cambió dos veces de opinión sobre los impuestos y otras tantas sobre los derechos civiles. Cada cuatro año -coincidiendo con las convenciones republicanas y las campañas electorales-, el presidente se confiesa conservador reaganista y luego actúa como un moderado cada vez que tiene que tomar una decisión.

De Bill Clinton se dice que suele compartir la opinión de la última persona con la que habla. En Little Rock, donde está su oficina de gobernador, nadie le ha escuchado jamás decirle no a alguien. Eso lo lleva a posiciones como la que sostuvo durante el debate parlamentario en el que se aprobó la intervención en la guerra del Golfo: "Estoy de acuerdo con la mayoría, pero, en realidad, comparto los puntos de vista de la minoría". Ese pragmatismo ha permitido, al mismo tiempo, que el joven radical de los años setenta sea hoy un representante del sector más moderado del Partido Demócrata.

La gran diferencia

Las principales diferencias entre Clinton y Bush están marcadas por sus distintos orígenes. Bush es un patricio educado como tal; Clinton es un plebeyo educado como patricio. Hijo de un reputado político republicano y dueño de una firma financiera de Nueva York, Bush nació en 1924 en Connecticut. A pesar de su paso por Tejas, siempre se ha comportado como el aristócrata del Este que es. Estudió la primaria en un distinguido internado del Estado de Massachusetts y se licenció en Economía por la Universidad de Yale.Clinton no tuvo televisión en su casa hasta los nueve años. Nació el 19 de agosto de 1946 en Hope (Arkansas) cuando su padre ya había muerto y creció entre un padrastro borracho y una madre que tuvo que separarse de su hijo para estudiar enfermería en New Orleans. Bill Clinton estudió en un colegio público de Hot Springs, en el mismo Estado, y destacó lo suficiente como para ganarse una beca en la Universidad de Georgetown.

Mientras Bush cumplió los 22 anos ganando medallas al valor como piloto de guerra contra los japoneses, a esa misma edad Clinton comenzaba a asomarse al mundo gracias a conseguir una beca Rhodes para estudiar en la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Bush recuerda como la experiencia más importante de su vida el momento en el que su avión fue derribado por el enemigo y él tuvo que ser rescatado del Pacífico por el submarino Finback. Las experiencias de Clinton en Oxford, fueron muy diferentes: un muchacho educado en la disciplina autoritaria de los baptistas del Sur aprendió en el Reino Unido a fumar marihuana, viajó a Moscú y organizó manifestaciones contra la guerra de Vietnam.

El paso de Clinton por Oxford y su actitud frente a Vietnam es una etapa determinante del carácter de este hombre. La carta que escribió en 1969, en la que explicaba su posición respecto a esa guerra, es uno de los documentos que mejor explican la personalidad del candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos: "A pesar de mis creencias, decidí aceptar el alistamiento por una sola razón: para mantener mi viabilidad política dentro del sistema".

Cuando Clinton regresó a Estados Unidos para terminar sus estudios de Derecho en la Universidad de Yale estaba ya invadido por el veneno de la política. Allí conoció a Hillary Rodham, otra aspirante a abogado que brillaba en aquel ambiente como una de las chicas más inteligentes de la clase. Lo último que pensaba Hillary cuando conoció a Bill Clinton era en casarse con él e irse a vivir a un lugar provinciano como Little Rock. De hecho le costó varios años cambiar de opinión a una mujer que se preparaba para desarrollar una gran carrera en Chicago.

Barbara Pierce, sin embargo, estaba destinada a convertirse en Barbara Bush desde que conoció a su pareja en un baile navideño en 1942. Desde la boda, en 1945, Barbara, hija de un millonario editor de revistas, ha dedicado su vida a cuidar el hogar de Bush. Hillary, por el contrario, encontró después de casarse un hueco en una firma de abogados de Arkansas para convertirse en una de las mejores del país.

Aficiones gastronómicas

Todo Estados Unidos sabe que Hillary Clinton no ha tenido tiempo de prepararle galletas a su esposo, aunque le gustan mucho. Clinton no es un gran gourmet, come cualquier cosa que se le ofrezca, mientras que Bush se ha especializado en la cocina Tex-Mex y en los platos chinos. El presidente odia el brócoli [hecho que le llevó a enfrentarse a los agricultores que aseguraban que ese gusto les perjudicaba. "Mo madre me obligó a comerlo y si he llegado a presidente es para poder decir que no pienso comer nunca más brocoli", respondió Bush] y adora la salsa barbacoa aderezada con buena música country. Clinton se inspira con las canciones de Elvis Presley y mantiene el sueño de resucitar alguna vez la banda de jazz en la que actuó en su juventud: Tres Ratones Ciegos.Ambos presumen de buena condición física y de su afición a los deportes, aunque Clinton es más constante en sus sesiones matinales de jogging. Bush es seguidor de los Rangers de Tejas, mientras que a Clinton no se le conoce un equipo de béisbol preferido.

Ambos son dos teleadictos y comparten el gusto por los concursos y los debates políticos. Hay, sin embargo, una afición en la que Bush destaca ampliamente: las relaciones internacionales.

A Bush no se le ha visto nunca más contento que cuando puede estar junto a François Mitterrand, el rey Hussein o Carlos Salinas. Clinton no conoce todavía ese aliciente. Como gobernador de un pequeño Estado del Sur, Clinton ha visto su experiencia política reducida a las modestas aspiraciones de las pequeñas comunidades.

Para la opinión pública norteamericana, tanto Bush como Clinton son dos desconocidos. Clinton, porque, por razones obvias, su nombre ha empezado a sonar desde hace tan sólo unos meses. Bush, porque nunca ha podido ofrecer a los norteamericanos una imagen nítida.

El próximo 3 de noviembre los norteamericanos eligen, de hecho, entre aquel hombre honrado, pero sin personalidad, que sucedió a Ronald Reagan y la esperanza de aire fresco en Washington.

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