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La crisis japonesa obliga a sus multinacionales al cierre de muchas de las instalaciones en el extranjero

Juan Jesús Aznárez

El recrudecimiento de la crisis económica en Japón -que espera para este año un crecimiento de apenas dos puntos en el producto interior bruto (PIB)- ha provocado, como primera consecuencia, la repatriación de multimillonarias partidas de capital y el consiguiente cierre de muchas instalaciones en diversos países. Ello se ha traducido en un descenso del 26,9% de las inversiones niponas en el exterior, fenómeno que se ha apreciado principalmente en EE UU.

Quedarse sin trabajo en Japón no es fácil. El paro se sitúa todavía en el 2,2% de la población activa, pero cada día son más los japoneses que sospechan que sus empleos no son vitalicios.Un operador de la Bolsa de Tokio reconocía que cuando, en la primera mitad de 1990, los inversores comenzaron a perder dinero no prestó gran importancia a la caída del índice. "Mi confianza en los mercados era todavía muy grande". La desesperación del presidente de una pequeña compañía, que se endeudó en más de 400 millones de yenes intentando recuperar pérdidas, acabó por convencerle de la gravedad del momento.

El escándalo de mayo de 1991, fecha en que las cuatro grandes firmas de valores -Daiwa, Yamaichi, Nikko y Nomura- fueron denunciadas por favorecer a la mafia, limitó el campo de acción de estas casas de mediación en Bolsa al perder después gran parte de la confianza del inversor individual, el principal perjudicado. Sus cuentas de resultados arrojaron los balances más negativos de su reciente historia. No perdieron dinero, pero por primera vez en muchos años sus beneficios dejaron de ser monumentales.

Estos casos son claros ejemplos de una crisis cuyas repercusiones se están dejando notar tanto dentro como fuera de Japón, a pesar de las medidas de urgencia recientemente adoptadas por el Gobierno de Kiichi Miyazawa.

Vuelta a casa

Los problernas no sólo están en el interior. Muchos inversores nipones han optado por reconducir su estrategia y abandonar los mercados extranjeros. El repliegue afecta a numerosas empresas y corporaciones que en los años de prosperidad habían apostado por una expansión en el exterior y que ahora abandonan, ante la imposibilidad de rentabilizar las inversiones rea lizadas.

Diariamente se conocen liquidaciones en Estados Un¡ dos, Brasil o el Reino Unido Algunos ejemplos de una contracción económica pocas veces conocida en este país de crecimiento envidiable fueron aportados por firmas como Hitachi Limited, que cerrará este año su factoría en Estados Unidos para establecerla en México con menos costes de producción; el Banco de Crédito Nippon, que echa la persiana en sus oficinas de Sâo Paulo y Bahrein; Daihatsu, que interrumpió la venta de automóviles en Estados Unidos, o compañías de valores, como Daiwa, Kankaku, Nuevo Japon y Sanyo, que clausuran sucursales en Europa.

Todas sufren pérdidas en Japón, pero no están dispuestas a seguir haciéndolo en sus centros del exterior, de más fácil liquidación y estructuras de trabajo y funcionamiento simplificadas. Estados Unidos es, con gran diferencia, el mercado que experimenta una mayor pérdida de capital nipón, al acusar éste la depreciación inmobiliaria y la seria recesión local. En Europa y Asia, los japoneses ganan todavía dinero. La inversión directa en el exterior, en 1989, fue de 67.500 millones de dólares, pero durante el ejercicio fiscal de 1991, que finalizó el pasado mes de marzo, cayó hasta los 41.600 millones de dólares, un 26,9% menos que en el anterior.

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