Hombre lobo
Fue uno de tantos terrores con que se alimentó la Edad Media. Durante las batidas contra los lobos, de pronto, en medio del bosque, los cazadores sorprendían a un mendigo o vagabundo extraviado en la niebla. La alucinación forzaba a creer que un lobo había tomado la figurá humana. El extraño ser capturado era sometido a tormento hasta que confesaba su doble personalidad, y a continuación ardía en la plaza pública y esas llamas favorecían aún más el pavor. Otras veces, en cualquier cacería, alguien disparaba sobre un lobo en apariencia real, y cuando los alimañeros llegaban hasta la pieza cobrada descubrían con espanto que habían abatido a un vecino del pueblo que siempre se había distinguido por sus buenos modales. Que el hombre es un lobo para el hombre lo dijo Hobbes como una metáfora política. Hay muchos chacales vestidos por los mejores modIstas que asoman dos zarpas por la boca manga y muchos caballeros que besan la mano de las damas sin quitarse los colmillos. A eso se llama civilización. Pero hoy existen unas formas medievales de hombre lobo implicadas en el terror de estos días. En el fondo de la guarida donde se ha refugiado estará insomne y tiritando de miedo el violador y asesino de esa niña que era dulce como Caperucita, y el último en saber qué ha pasado será él mismo. De repente había sentido un latido en el vientre que le impulsaba irresistiblemente a devorar a una criatura hasta el fondo de las entrañas obedeciendo una llamada del tiempo de las cavernas. Así lo hizo. Y si hoy la policía no lo encuentra es porque estará en el bosque con la manada disfraza do de lobo de verdad. Idéntico terror causa contemplar dentro de la jaula a un lobo del Perú que de pronto ha tomado la Figura de un jefe de guerrilleros, Abimael Guzmán, capturado por el lobo Fujimori, que va vestido de presidente de la nación. Vivimos una época de pestes, guerras y cataclismos especiales. A esto se ha añadido la nueva forma del hombre lobo. ¿Queda algo para aterrorizarnos todavía más?
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