Acercarse a los andenes
Aparte de cerrar las líneas de tren por su baja rentabilidad (por ejemplo, la Ruta de la Plata, o la comunicación de Valladolid, Aranda de Duero, Soria, etcétera) dejando incomunicadas por vía férrea unas poblaciones a las que obliga a usar las carreteras, con el peligro consiguiente de aumento de la siniestrabilidad, dejar que sucedan cosas tan peregrinas como que el AVE atropelle unas cabras (y llegar a destino con un buen retraso) o conducir un tren de cercanías, doña Mercedes Sala y sus ínclitos asesores tan bien pagados han descubierto la forma de acabar con el déficit de Renfe. La genial idea consiste en que ahora los acompañantes de los viajeros no pueden acercarse a los andenes al estar éstos provistos de torniquetes que sólo dejan pasar a los viajeros con billete (estación de Chamartín y de Atocha) o un despliegue de policía, guardias de ¿seguridad? y azafatas (Atocha AVE), con lo que, si se quiere pasar para acompañar al viajero, no queda más remedio que comprar un billete de cercanías para poder entrar. Antes existían los billetes de andén pero ahora, con esta nueva modalidad, resulta que acompañar a alguien a coger el tren y ayudarle a llegar a su sitio con sus maletas, porque sea un niño o un anciano o un impedido o porque quieres despedir a pie de tren (como siempre se hizo), supone comprar un billete para un trayecto que no se va a realizar, o tendrá que acarrer él sus bultos y despedirse a la entrada de la estación. ¿A qué es debida tan peregrina idea? ¿Para luchar contra el terrorismo o para evitar a los polizones? Seguramente, deben existir mejores métodos que la pura molestia al ciudadano. -
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