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Tribuna
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El paralimpismo

Curioso que el relanzamiento de Felipe González se haya hecho en los momentos finales de los Juegos Paralímpicos, ausente el presidente de los Juegos Olímpicos, salvo en la ceremonia de inauguración, pretextando horas bajas por la muerte de Fernández Ordóñez. Y algo de tratamiento paralímpico hay en este relanzamiento para un jefe de Gobierno que ha padecido unos cuantos accidentes graves y precisa de silla de ruedas, rampas y guías con cascabeles para. reorientarle. Mientras tanto se le ha tratado de construir un delfín mediante la ingeniería genética del PSOE, y ni el inteligente Serra, ni el habilidoso Solana, ni Chaves, el duro fajador, podrían hoy garantizar una mayoría electoral suficiente para que sea absoluta o minipactada.González aún tiene tiempo de rehacerse si parte de la humildad paralímpica. Grave sería que volviera al olimpismo, en estas horas de verdades amargas que siguen y seguirán a la gran operación de simulacro triunfal de 1992. Barcelona y Sevilla han sido dos grandes espectáculos, y ahora hay que asumir accidentes económicos, desertizaciones teóricas y pobrezas estratégicas. Si los Juegos Paralímpicos han ayudado a descubrir la existencia de miles de colegas biológicos que ni siquiera tienen las aceras hechas a su medida, también representan una metáfora de la verdadera situación del país. La inmadurez del intelectual orgánico colectivo que compone el PSOE, o al menos su cúpula, dirigente, nos ha hecho pasar del optimismo histórico de la primavera a la depresión presuicida del otoño, de los éxitos económicos propios a los fracasos económicos... internacionales, de la posibilidad de hacer el trasvase Guadalquivir-Misisipí a la pertinaz sequía. Ni señales de alarma ni leches. Se acostaron hijos de dioses mayores y se despertaron hijos de dioses menores. Y ahí están. Con el discurso lleno de prótesis y el Olimpo de montacargas.

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