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Embutidos en Las Rozas

Julio Iglesias se presentó en el escenario del Polideportivo Municipal de Las Rozas con el mismo rutilante boato con que lo hubiese hecho en el Madison de Nueva York o en el casino de moda en Las Vegas. Poco importaba que la organización rozase en ocasiones la anarquía o que la música previa al concierto, utilizada habitualmente para calentar el ambiente, fuese sustituida por una retahíla de consejos sobre las virtudes del consumo de embutidos. No hay que olvidar que la empresa El Pozo, especializada en la fabricación de chorizos, salchichones y jamones de york, patrocina la gira española del autor de Milonga sentimental bajo un significativo lema: El sabor de la música.Iglesias apareció vestido con un impecable traje azul marino. Unos zapatos negros y una camisa blanca, el atavío perfecto para un moreno caribeño, eran los únicos complementos. Con su habitual pasividad escénica marcó el territorio escogido y, a partir de entonces, se dedicó a recorrer la banda. Un perfecto carrilero. El arranque de la ve lada no resultó demasiado es pectacular. Observando a su banda la cosa se animaba. Le acompañaban seis músicos correctos y tres coristas explosivas. Una puesta en escena sencilla y efectiva, pero incapaz de sorprender. Afortunadamente la garganta del artista latino más vendedor se impuso, apoyando con un buen sonido al resto de voces e instrumentos.

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La fría acogida inicial del público en Las Rozas (8.000 personas) contrastaba con el precio de las localidades: habían pagado 3.000, 5.000 y 8.000 pesetas, dependiendo del tipo de localidad, y se mostraron indiferentes ante la aparición de su ídolo.

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