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Reportaje:

Hezbolá, de las barricadas al Parlamento

Los extremistas shiíes libaneses se integran con éxito en la vida política

Talal Ashkar dice que jamás olvidará el día que sus hermanos le pusieron un fusil Kaláshnikov en las manos y le ordenaron que les siguiera a toda prisa. Era junio de 1982 y acababa de cumplir 14 años. El Ejército israelí se abría paso por entonces a cañonazos hacia Beirut. Ashkar combatió en vano hasta que se le acabó la munición en una barricada de los suburbios shiíes. Los israelíes, que mas tarde se adueñarían de Beirut, no sospechaban que los musulmanes de Líbano iban a convertirse en un enemigo mucho más tenaz y peligroso que los guerrilleros palestinos que venían a eliminar.

Diez años después de la invasión israelí, Talal Ashkar se gana la vida en un negocio de ordenadores. Sus vaqueros nuevos y su camisa de marca son prueba de cierta prosperidad, pero la longitud de su barba y la severidad de su rostro son más elocuentes: este ex combatiente shií es un prominente activista de Hezbolá, el fundamentalista partido de Dios, que se ha lanzado con éxito a, la arena política libanesa.En dos rondas de votación en el norte y el centro del Líbano, Hezbolá ha ganado cuatro escanos en el Parlamento de 128, otorgando así voz a un vasto sector de la población libanesa cuya histórica postergación bajo el sistema confesional dominado por los cristianos lo empujó al extremismo. La tercera y última ronda se celebra mañana en el sur del país, bastión de la comunidad shií, que sobrepasa el millón. Hezbolá, al igual seguramente que sus benefactores y mentores en Irán, ya está celebrando una nueva victoria.

Ashkar estaba ayer al frente de un piquete de jóvenes barbudos que repartían dulces y chocolates a peatones y conductores en una de las esquinas más bulliciosas del distrito comercial de Hamra. "Es una manera de agradecer al electorado beirutí", explicó Ashkar. "Por primera vez en la historia de Líbano, los seguidores, del islam estaremos representados en el Parlamento. Nadie nos va a quitar nuestros asientos".

En medios oficiales de Hezbolá, el sorpresivo triunfo de dicho grupo tiene más de una explicación de indudable vigencia política: la votación es un premio a la tenacidad de la campaña contra la ocupación israelí en el sur de Líbano. También es una protesta ante la ineptitud de un Estado incapaz de defender su soberanía y población. Con apoyo financiero de Irán, Hezbolá ha capitalizado además la frustración popular frente a un sistema corrupto que en dos años de paz no ha conseguido ni siquiera remendar la red de agua potable o normalizar el aprovisionamiento eléctrico.

Casi una referéndum

"Las elecciones son una especie de referéndum que ha reflejado la fuerza de Hezbolá, su apoyo entre la población y su peso en la vida política", declaró su líder, el jeque Hasan Nasralá, poco después de la victoria en el valle de la, Bekáa, donde el partido de Dios se impuso ampliamente sobre la fórmula moderada encabezada por Hussein Husseini, el actual presidente del Parlamento, que más tarde se vio obligado a renunciar.Si bien el avance de Hezbolá da legitimidad a una organización a menudo asociada con las operaciones extremistas más audaces de la historia libanesa -secuestros, ataques suicidas, piratería aérea-, éste también tiene que ser visto dentro del proceso de incorporación gradual de movimientos musulmanes radicales en los sistemas de Oriente Próximo y Asia Central.

La tendencia a abandonar la clandestinidad para actuar en los ámbitos parlamentarios ya, es evidente en Argelia, Jordania, Egipto, Sudán y Yemen. Robin Wright, experta norteamericana en asuntos islámicos, sostiene que la preferencia por el voto en vez de las balas generalmente refleja la admisión de que el coste del extremismo de la década de los ochenta ha sido demasiado elevado. "El colapso del comunismo ha servido para ilustrar los peligros de los regímenes totalitarios y los de un enfrentamiento con Occidente", dice. En otras palabras, incluso los movimientos más radicales, aquellos que otrora abogaban por copiar la experiencia iraní, se han dado cuenta de que el pluralismo y la interdependencia son la clave del éxito para los años noventa.

Esa adaptación entraña preocupaciones para Israel. Sus enemigos están ganando reconocimiento político. En el caso de Líbano, quita el sueño a los cristianos, particularmente a los maronitas, que promueven el boicoteo electoral. La explosión demográfica musulmán ha convertido a los cristianos en minoría, y las reformas políticas previstas van a poner fin a sus privilegios.

Líderes religiosos cristianos se han sumado a la campaña contra las elecciones alegando que la votación bajo tutela de Siria, que mantiene unos 40.000 soldados en Líbano desde 1976, es ilegal y antidemocrática.

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