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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenos propósitos

LA CONFERENCIA de Londres sobre los Balcanes ha abierto cierto resquicio a la esperanza, aunque algunas de las reacciones suscitadas son demasiado optimistas. Sobre todo porque están por ver los efectos sobre el terreno de los compromisos suscritos en Londres. La conferencia se ha desarrollado en un ambiente tenso: los delegados serbios han estado sometidos a una condena tajante por parte de los representantes de los países más poderosos del mundo. Nadie les ha defendido. Un dato importante es que los textos de Londres hayan sido aprobados por los propios delegados serbios, es decir, por los culpables de las agresiones y crímenes que en ellos se denuncian y a los que se quiere poner fin. Si cumplen lo acordado, los serbios están obligados, en la práctica, a deshacer mucho de lo que han estado haciendo hasta ahora.Los acuerdos más importantes firmados en la capital británica hacen referencia a la entrada en vigor de un alto el fuego en Bosnia, la entrega por los serbios de su artillería pesada a fuerzas de la ONU, la apertura inmediata de todos, los campos de detención, el retorno de los refugiados a sus casas y el cese de la siniestra limpieza étnica aplicada en amplias zonas de Bosnia. Para asegurar que estas medidas sean efectivamente aplicadas, la ONU va a establecer en Bosnia una fuerza militar relativamente importante, encargada de vigilar el alto el fuego, controlar el armamento pesado y dar confianza a la población. Si se recuerda que, en fecha no lejana, el secretario general de la ONU había pensado en retirar los cascos azules de Sarajevo ante el recrudecimiento de las agresiones, resulta obvio que en Londres se ha avanzado en el sentido de reforzar la presencia internacional para poner fin a los combates.

Sin embargo, también hay que recordar que una de las razones que incita a los serbios a aceptar los acuerdos de Londres es que en Bosnia han alcanzado prácticamente todos sus objetivos: una vez que han ocupado más del 75% del territorio, les interesa negociar una paz que les permita consolidar sus conquistas. Los compromisos acordados en la Conferencia de Londres van en el sentido de no reconocer los cambios de frontera efectuados por la fuerza, al mismo tiempo que todas las repúblicas nacidas de la antigua Yugoslavia -Serbia entre ellas- se comprometen a reconocer a Bosnia-Herzegovina con sus fronteras legales. Pero al mismo tiempo Cyrus Vance, representante de la ONU en las negociaciones que se van a mantener en Ginebra, ha reconocido que la cantonalización de Bosnia es una de las cuestiones que se van a abordar. Esto es exactamente lo que pretendían los serbios de Bosnia: disponer de un territorio propio, aunque tengan que ceder parte de sus conquistas.

Otro punto débil es que. la conferencia no ha establecido un sistema disuasorio para actuar contra aquellas repúblicas que incumplan lo pactado. Es cierto que se ha decidido reforzar las sanciones contra Serbia, establecer controles para cortar los suministros que recibe por el Danubio y otras vías, y crear en Ginebra un órgano permanente, presidido por Cyrus Vance y David Owen, que podrá adoptar otras medidas más enérgicas si la situación lo exige. Pero las amenazas no han impedido el incumplimiento de anteriores compromisos. Si ello se repitiese, se volverá a poner sobre el tapete la necesidad de una acción militar que, por limitada que sea, reprima a las bandas armadas irregulares que imponen su ley en gran parte de Bosnia.

El problema angustioso e inmediato de lograr un alto el fuego no se puede disociar de la búsqueda de una solución política que prepare un futuro estable en una república, Bosnia-Herzegovina, cuya composición nacional es particularmente compleja y abigarrada. Londres ha hecho una opción clara por el mantenimiento de esta república, rechazando los planes de su desmembramiento, deseado por los serbios y los croatas. A la vez, el comité de Ginebra tendrá un grupo de trabajo para encauzar la negociación entre las partes. Esta negociación será decisiva para el futuro.

Si es obvia la necesidad de un sistema de autonomías de las diversas comunidades nacionales, tal sistema debe incluir garantías de respeto del derecho personal de todo ciudadano a vivir en su casa, a expresarse en su lengua y a practicar la religión que elija. Se trata de derechos individuales contra los que ninguna mayoría étnica podrá invocar supuestos derechos colectivos. Si los que ya han desmembrado Bosnia, el serbio Radovan Karadzic y el croata Mate Boban, impusiesen sus criterios de separación nacional, no sólo se premiaría al agresor, sino que se estimularían corrientes semejantes, y nuevas guerras, en Kosovo y Macedonia, con riesgos evidentes de internacionalización. Londres ha puesto un freno a esas tendencias, pero no es seguro que baste para detenerlas.

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