La autovía de marras
LA GENTE estaba tan harta del asunto que seguramente muchos navarros habrán recibido con alivio la noticia del acuerdo que permitirá finalizar, aunque con un año de retraso, las obras de la autovía del Norte a su paso por Navarra. Ese hastío general es un argumento a ser tenido en cuenta, aunque no justifica por sí mismo la decisión de modificar el proyecto que en su día fue aprobado por la ' casi totalidad de los diputados forales navarros (tan sólo votó en contra Herri Batasuna, que cuenta con seis escaños sobre un total de 50). Se ha aducido que se trata de una corrección técnica que mejora el proyecto oficial sin modificar el trazado como tal. También, por otra parte, que si bien la coordinadora Lurraldea y HB consideraron aceptable la alternativa ahora aprobada,lésta no es su propuesta.La cuestión es si la rectificación habría sido planteada de no mediar la propuesta de HB (respaldada por las amenazas de ETA) en relación, precisamente, al tramo modificado: el desfiladero de Dos Hermanas. Tal vez sí, pero no es seguro. El dato de que una alternativa similar a la ahora aprobada fuera barajada en su día por los técnicos tampoco despeja las dudas: el hecho es que fue desestimada, se supone que por algún motivo justificado. Es posible, con todo, que la modificación suponga una mejora en términos de impacto ambiental, pero seguramente no faltarán ecologistas que sostengan lo contrarío y técnicos dispuestos a demostrar que la mejora es tan pequeña que no compensa el gasto suplementario que implica (de unos 170 millones de pesetas).
Que Herri Batasuna haya cambiado de planteamiento, como antes lo hizo en relación al paso por el valle de Leizarán, confirma su oportunismo; pero ello sólo demuestra que para esos ecologistas de ocasión poco importa por dónde pase la carretera siempre que quede claro que cualquier eventual modificación es el resultado de su presión (avalada por ETA). De ahí que, después de los tres asesina tos y cientos de atentados que han dado credibilidad a las amenazas terroristas, resulte un sarcasmo que el portavoz de HB proclame que el acuerdo constituye un triunfo "de la ecología yel diálogo": el diálogo a punta de pistola es tan ecológico como la central de Chernóbil. Más fundamento tiene el argumento que sostiene que renunciar a cualquier rectificación para no dar la impresión de que se cede al chantaje supone otorgar a Herri Batasuna un injustificado poder de veto en cuantos conflictos decida intervenir. La violencia contamina todo lo que toca y puede, efectivamente, provocar esa paradoja, en perjuicio de la eficacia de la *gestión pública. De ahí que sea preciso considerar no sólo el principio general -no se cede al chantaje-, sino las circunstancias particulares. Entre ellas, fundamentalmente, la de si la modificación proyectada es capaz de suscitar un rechazo menor que él. Hasta ahora no se ha dado este requisito, por lo que parece evidente que el Gobierno de Juan Cruz Allí se precipitó al plantear el asunto. La imprudencia fue doble teniendo en cuenta la división existente sobre la cuestión en el propio partido gobernante en Navarra, Unión del Pueblo Navarro (UPN), y que la dirección nacional del Partido Popular, al que aquél está asociado mediante pacto, condicionó su apoyo a que se garantizase el consenso de todas las fuerzas democráticas en torno a la modificación propuesta. Pese al evidente incumplimi ento de ese acuerdo, José María Aznar ha reaccionado con una moderación que contrasta vivamente con los adjetivos que su partido dedicó al PNV y los socialistas con ocasión del acuerdo sobre Leizarán.
En cualquier caso, nada de esto hubiera ocurrido si el partido socialista, que en su versión navarra se ha erigido en el único paladín del trazado oficial, no hubiera abierto el camino a los cambios con su abstención en Guipúzcoa.
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