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Una historia conocida

La actual caída de la bolsa supone el tercer 'crash' en cinco años

La caída del 22,8% que ha sufrido la bolsa española en los seis últimos meses no es más que un nuevo eslabón de la cadena de calamidades que han sufrido los inversores en el plazo de cinco años. Las circunstancias son muy diferentes a las que llevaron al crash de 1987 o a la crisis de 1990, pero la magnitud de las pérdidas fuerza comparaciones y confirma que la economía de mercado se encuentra en plena recesión tras haber completado un ciclo económico positivo, y España no es una excepción. En cada una de las tres crisis la bolsa española ha perdido casi un tercio de su valor.

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Este ejercicio tomó como punto de partida un presupuesto optimista -crecimiento de la economía del 3% e inflación del 5%-que progresivamente se ha revisado a la baja, y un descenso suave y constante de los tipos de interés. El mercado no lo dudó y el índice subió cerca del 10% en dos meses alcanzando el 266,51%. Las magnitudes económicas, con la tasa de inflación a la cabeza, se empeñaron en demostrar la existencia de una crisis profunda y el Ejecutivo tuvo que tomar medidas sobre la marcha. El crecimiento del PIB se estima ahora en menos del 2% y la inflación en cerca del 7% y han subido las retenciones sobre el IRPF en una cabriola económica que supone pasar de la potenciación del consumo a su penalización.Para colmo de males, en Dinamarca se cuestionó el modelo económico que la CE había propuesto en Maastricht y que servía de base para la actual política económica. El no danés coincidió en el tiempo -incluso pareció el punto de partida, según algunos analistas- con un abandono masivo por parte -de la inversión extranjera de los mercados españoles de deuda y renta variable. La causa era el incremento del déficit público español, que ya casi duplica al del año anterior por estas fechas y que aleja a España de la convergencia propuesta en Maastricht. La bolsa acusó el golpe con nuevos descensos, aunque fue el mercado secundario de deuda pública el que salió peor librado: los precios cayeron hasta cinco puntos y la rentabilidad se situó por encima del 13% en pocos días. El Banco de España tuvo que subir el precio de referencia del dinero al 13%, al tiempo que el Tesoro elevaba la rentabilidad de las letras a un año hasta el 12,725%, actuaciones que, convencieron a los inversores de la necesidad de buscar alternativas más rentables y seguras para su dinero que la decaída renta variable.

El crash de 1987 y la crisis del Golfo, en 1990, ofrecieron, sin embargo, menos oportunidades a los inversores, ya que frente a los seis meses que dura la actual situación, en 1987 la bolsa perdió un 31,4% en sólo 31 días. Durante la crisis provocada por la invasión de Kuwait en agosto. de 1990 el mercado de valores bajó un 28,9% en 39 días. En aquellas dos ocasiones había una causa concreta y el miedo hizo el resto, mientras que ahora se ha tardado mucho en definir y aceptar el fondo de la cuestión.

Encontrar compradores resulta posible sólo si se vende un valor institucional o títulos de alguna de las empresas que han decidido adquirir autocartera hasta el límite del 5% que marca la ley.

La crisis económica internacional supone, en opinión de los, analistas, el final de un ciclo positivo y el único error ha sido no verlo a tiempo, es decir, no aceptar que lo que le estaba sucediendo a Estados Unidos tarde o temprano tenía que pasar aquí. Las similitudes son grandes, ya que hace dos años se empezó a hablar en Estados Unidos de aterrizaje suave y de enfriamiento económico, término este último que se utilizó por vez primera en estos lares apenas hace ocho meses.

Espejismo

Las expectativas de mejora que generó la solución de la crisis del Golfo no fueron más que un espejismo, ya que el prometido nuevo orden económico mundial no parece ser más que una larga y difícil salida de la recesión y, de momento, sólo en EE UU.

Las posibilidades de recuperación son escasas, tanto por la incertidumbre internacional y propia como por las expectativas fallidas, entre ellas la de un descenso de los tipos de interés.

Para algunos analistas, creerse el último IPC -0,3% en julio- es un acto de fe que convierte los pronósticos en un auténtico rompecabezas. Cualquier previsión debe hacerse en base a los datos oficiales y, a estas alturas del curso, nadie parece capaz de adelantar un pronóstico del IPC de agosto. En cuanto a los resultados empresariales, en los próximos días se conocerán las cifras del segundo trimestre, de las que no se esperan variaciones radicales por cuanto los efectos de la crisis aún no se han dejado sentir con fuerza.

Al final, se acepta como bueno cualquier resultado que al cierre del ejercicio deje el índice un 10% arriba o abajo de la posición actual. Si la situación es tan mala como se afirma, el índice romperá el nivel psicológico del 200%, y se situará en torno al 180%, pero si el IPC evoluciona positivamente es posible que la bolsa no ceda demasiado terreno respecto del ejercicio anterior, aunque los últimos datos sobre la situación económica aportados por el Banco de España y la caída de Wall Street hacen perder puntos a esta posibilidad.

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