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INMOBILIARIA PARA POBRES

La oficina del 'capo'

Un marroquí monopoliza desde su chabola la construcción de nuevas chozas

Francisco Peregil

Hace tres semanas, a las ocho de la tarde, Peña Grande parecía una aldea marroquí: los hombres charlaban, con música árabe de fondo, los niños jugaban y las madres preparaban la cena. Un periodista que no se identificó preguntó a unjoven apostado en su Renault 5 si era posible construirse allí una chabola. "Está muy dificil, macho; la policía te la echa abajo". Era lo mismo que ' respondieron una hora antes en varios poblados de gitanos. "Pero, espera", prosiguió, "que te presento a Enrique". Ahí comenzó la negociación.

Los gitanos del Alto de San Isidro, del cerro de la Mica fueron más cautos a la hora de negociar. La respuesta, cuando se les preguntaba sobre la posibilidad de levantar una chabola, siempre era la misma: "Habla con el Ayuntamiento". Los responsables del Consorcio para el Realojamiento de la Población Marginal aseguran que los gitanos sólo dejan fabricar chabolas en caso de que el inquilino sea pariente.En el poblado gitano de Ricote, a cinco minutos en coche del centro comercial de la Vaguada y a cien pasos de Peña Grande, un gitano levantó la barbilla diciendo: "Aquí no se pueden hacer, pero habla con los moros".

Al rato, el chico del Renault 5 le dijo en árabe a Enrique que había uno que quería una chabola. Enrique, sin camisa y con pantalones de chándal, decía que de españoles nada, que la policía lo metía después a él en la cárcel.

-¿Por qué?

-Porque a ti, colega, te puede estar buscando la policía y me mosquea mucho -su mirada nunca trató de disimularlo- que un español quiera vivir en una chabola.

Mientras tanto, Enrique hablaba con otros marroquíes en su lengua. Tras cinco minutos abrió una puerta y ordenó: "Entra aquí'. Al pasar a su chabola, la primera imagen fue una navaja abierta sobre una mesa, una mujer joven con un papel de plata y una dosis de heroína.

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-Que dice que quiere una chabola -le explica a la chica.

-¡Uuuufff, qué mosqueo! -se alarmó ella- A ver si va a ser policía. ¿Cómo te llamas, de dónde eres?

La chica no se fiaba. Quería ver el DNI, y lo vio. Después justificó su cautela:

-Aquí -decía la mujer- hemos tenido problemas porque siempre que se levanta una chabola saben que lo ha hecho él, y no quiero que éste vaya más a la cárcel.

-No me voy a chivar.

-Ya, pero los moros, sí replicó Enrique-. Te puedo ofrecer vivir con otros.

-¿A qué precio?

-Ya lo veríamos tú y yo.

-No; prefiero una chabola.

-Bueno, probablemente no te la haga yo, sino que mando a dos o tres chavales. ¿De qué tamaño la quieres?

-Unos cuatro metros cuadrados.

-Bueno, eso puede salir por unas noventa.

-Doy sólo ochenta.

-Vale. Pero yo necesito la mitad para dársela a los gitanos y que ellos me traigan la madera. Después, la otra mitad me la das cuando ya esté acabada. Si te preguntan los moros, les dices que eres un familiar de mi mujer. ¿Dónde la quieres?

-En un sitio tranquilo.

-Vamos a verlo...

Hasta la madrugada del pasado 2 de mayo, Enrique sólo dependía de que los gitanos le trajeran las puertas. Aquella noche ardió una veintena de chabolas en el poblado y el desarrollo de la negociación cambió. Enrique y su mujer se excusaban.

-Es muy difícil hacer el chabolo ahora, porque están los del Ayuntamiento mosqueados.

De inmediato se ofrecieron, tremendamente hospitalarios.

-Si no tienes sitio donde dormir -añadía la mujer- puedes hacerlo en nuestra chabola, y si quieres vivir solo, no te preocupes, que nosotros nos vamos unos días y te dejamos ahí sólo.

La invitación no parecía un cumplido. En su chabola pernoctaron en dos semanas varios amigos de ellos. La choza de Enrique es pequeña. "Tengo lo justo, porque la policía siempre me está buscando y nos vamos de un lado a otro cada cierto tiempo". A la media hora de entrar allí, si el inquilino siente pellizcos en los pies, Enrique aporta el remedio. "Son las hormigas; échale agua, que ya verás cómo desaparecen un rato".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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