Induráin hace historia al ser el primer español que gana dos veces el Tour
Cuando a las 16.45 de ayer los ciclistas del Tour culminaron su última y fulgurante vuelta a los Campos Elíseos, Miguel Induráin entró en la historia del deporte español al ser su único bicampeón (1991 y 1992) de la ronda francesa. "¡Grande de España!", "¡rey de Francia y Navarra!", "¡imperial!", gritaron los comentaristas que animaban la megafonía de la avenida más espléndida del mundo. "¡Miguelón, Miguelón!", corearon los miles de españoles que ondeaban banderas con los colores de la sangre y el oro.
París fue una fiesta española. Todavía brillaban en las retinas de millones de sus habitantes las imágenes de la espléndida ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona cuando el gigantón navarro llegaba vestido de amarillo a los Campos Elíseos por segundo año consecutivo. Nunca un español había conseguido una doble victoria en el Tour como nunca había ganado en la misma temporada las vueltas a Italia y Francia, una hazaña sólo realizada antes por otros cinco campeones.Tras lo que el ministro de Educación y Deportes, Alfredo Pérez Rubalcaba, calificó de "esplendida lección de ciudadanía" de los barceloneses en la noche del sábado, el triunfo de Induráin en la capital francesa dio una nueva oportunidad para el abrazo en el gozo de los diferentes intereses y sentimientos de las gentes de España.
En la tribuna presidencial, la región y el Estado, las finanzas y la política, el pueblo llano y los poderosos, compartieron el mismo sentimiento de orgullo. Allí estaba el presidente de Navarra, Juan Cruz, calificando a Induráin de "navarro universal; navarro no sólo por su nacimiento, sino por su laboriosidad y su espíritu de trabajo en equipo, y universal por su capacidad de superar el campanario de su pueblo e inscribir su nombre en dos grandes competiciones europeas".Induráin, de 28 años, estaba a punto de ganar el Tour más rápido. El corredor de Villava ya había situado en 1991 su nombre a la altura de Federico Martín Bahamontes, Luis Ocaña y Pedro Delgado, los otros españoles vencedores, pero lo que iba a realizar ayer no tenía parangón. Iba a romper con una larga tradición de proezas sin continuidad, de genio y bravura sin resultados materiales, de improvisaciones y chapuzas heroicas. Ahí le dolía a cierta Prensa francesa, que, aun reconociendo su genio, criticaba su falta de panache o lustre épico, su mecanicismo, sus victorias de etapa reducidas apenas a las contrarrelojes. Pero, para los españoles presentes, esos supuestos defectos eran sus grandes virtudes. "Induráin", decía Pérez Rubalcaba, "es un buen ejemplo a seguir por la España moderna; un ejemplo de planificación y rigor, de solidez, seguridad y continuidad.
Para el ministro, la de ayer era la primera etapa final del Tour en directo y, decía, "quizá la última". En cambio, de lo que estaba seguro era de que Induráin vivirá otras jornadas de gloria en París. Poco antes, Mario Conde, el presidente de Banesto, la entidad que patrocina el equipo de Induráin, había recordado que en 1991 lamentó que su banco no tuviera más sucursales en Francia para aprovechar la inmensa publicidad de la victoria del navarro. "Ahora tenemos dos más", dijo Conde, tan reluciente como su corbata amarilla.
Pero la victoria no era sólo el refrescante plato parisiense de los notables españoles. El pueblo estaba representado en ese palco por los padres de Induráin; el alcalde de su pueblo, y Marisa, su novia, todos con aspecto de estar más intimidados que eufóricos. Y, sobre todo, el pueblo estaba entre la muchedumbre, ondeando banderas rojigualdas e ikurriñas, aplaudiendo la llegada de los 130 supervivientes de una carrera de 4.000 kilómetros y vitoreando a Induráin, que les había permitido ser felices.
¿Y el campeón? ¿Qué decía el muchachote vestido de amarillo, besuqueado por las azafatas, acosado por micrófonos y cámaras, ensalzado por sus compatriotas? Poca cosa, como siempre. Con una sonrisa nada arrogante, sino sana y calmada, repetía: "Es muy bonito y emocionante". ¿Cuáles eran sus proyectos? "Es muy dificil figurar en la élite y he de cuidarme para aguantar en ella algunos años más". Induráin prometía que en 1993 intentará ganar "una etapa de montaña", sonreía y se dejaba llevar de entrevista en entrevista y fiesta en fiesta. Entre tanto, sus pares le rendían homenaje. "Es un gran señor sobre la bicicleta y a pie", dijo Gianni Bugno.
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