_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Leonardo Boff, ¿un judas?

El autor del artículo se solidariza con Leonardo Boff, teólogo, brasileño de la liberación que renunció recientemente al sacerdocio debido a la persecución de que era objeto por parte de Roma, y reivindica el legítimo pluralismo teológico dentro de la Iglesia Católica, tal como lo prescribía el Concilio Vaticano II.

En estos días se ha producido un hecho que, por razones diversas, ha conmocionado a la opinión pública. Leonardo Boff, teólogo brasileño de la liberación, conocido en todo el mundo, anuncia su renuncia al sacerdocio y a la orden franciscana, explica las razones de su decisión y, casi simultáneamente, el secretario del Estado del Vaticano, monseñor Angelo Sodano, lo compara con Judas.El hecho provoca reacciones diversas: desde los que llaman al cardenal bestia, monstruo y otras cosas peores..., hasta los que lamentan la decisión del teólogo como una pérdida, o quienes se felicitan porque, finalmente, el famoso teólogo se ha destapado, soltando el diablo que llevaba dentro.

La ética teológica tiene que avanzar siempre a la par de la vida. En este caso, puede ayudar a disipar la confusión y el escándalo, y a explicar el dolor y la indignación. Pedro Casaldáliga, español, pero ya obispo brasileño, nos previene oportunamente: "Debemos sentir con la Iglesia. Pero no hay que caer en la herejía de pensar que la Iglesia se identifica con los obispos". La jerarquía es una parte ínfima de la Iglesia.

Segundo, la jerarquía en cuanto a tal no detenta el monopolio de la verdad ni de los valores evangélicos. Tercero, la jerarquía no está inmune de pecado y error; puede fallar y equivocarse. Cuarto: es un deber combatir los fallos y errores de toda la Iglesia, incluidos, por supuesto, los de la jerarquía: "Hay que tener conciencia, escribe el Vaticano II, de las deficiencias históricas de la Iglesia y combatirlas con máxima energía para que no dañen a la difusión del Evangelio" (Gs., 44).

Entrando ya en el tema, disponemos de criterios de la más pura moral tradicional, que pueden ir haciendo luz sobre nuestro caso. 1. Nadie puede juzgar de una persona: "De las cosas interiores ni la Iglesia, sólo Dios". Lo saben nuestras abuelas y lo repiten los niños del catecismo. 2. Toda acción encierra en sí un significado propio, aunque parcial, a la hora de juzgar la implicación total del sujeto. Referente a este aspecto, todo el mundo conoce las notas que caracterizan la actividad de Leonardo: su opción por los pobres, su pasión por el Evangelio de Jesús, su intento de conjugarlo con la justicia social, su lucha contra las ideologías y mecanismos que generan la pobreza, su lucha por una Iglesia sin discriminaciones, su afán de rescatar al cristianismo de los poderosos, su denuncia contra un poder clerical hegemónico que usurpa derechos de los seglares, etcétera. 3. Esta actividad viene acompañada desde hace unos 25 años por una doble y particular circunstancia: Leonardo estudia, investiga, escribe, publica, impulsa revistas y editoriales, participa en innumerables encuentros, recorre el mundo entero hablando de los pobres y del Evangelio liberador de Jesús. Y encandila al público. Lo encandila por su modo humano, fraterno, dialogal, abierto, libre, comprometido. Su palabra es cálida, renovada, incisiva, demoledora de todas las estructuras alienadoras e injustas.Pluralismo teológicoPor otra parte, sobre la vida de Boff comienza a caminar una sombra peligrosa: la autoridad doctrinal lo sigue y lo controla hasta el extremo de cuestionar sus escritos, prohibir su enseñanza y publicaciones, alejarse de la cátedra, privarla de la dirección en revistas y editoriales, exigirle silencio y desterrarlo finalmente a Corea del Sur o a Filipinas por cinco años y en total silencio.

Leonardo responde siempre a tanta presión con paciencia, ternura, diálogo, esperando que le muestren en qué puntos andan equivocados sus planteamientos y, si no, que rectifiquen. Pero no llegan ninguna de las dos cosas. Nunca hubo ni tuvieron motivo para tacharle de hereje. El problema no es de herejía sino de negación del legítimo pluralismo teológico en la Iglesia, tal como lo prescribe el Vaticano II: "Promuévase en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad creciente, el diálogo. Los lazos de unión de los fieles son mucho más fuertes que los motivos de división entre ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo" (Gs., 92). A Leonardo le obligan a callarse, a no enseñar, a no crear, a no denunciar, a enterrar su sacerdocio ético y profético, debe seguir siendo sacerdote y franciscano pero como si no lo fuera. ¿En qué queda un sacerdocio reducido al silencio y a la ineficiencia? ¿Qué puede tener de persona, sacerdote y religioso un sujeto al que se le impone la anulación de esa su triple condición?

¿La renuncia al sacerdocio y a su vida religiosa se debe el mismo Leonardo?

Ante este extremo, Leonardo ha declarado públicamente que él debe obedecer antes que nada a su conciencia, la cual le dicta que el sacerdocio es obra de Dios y no de los hombres, pero que cuando los hombres lo desvirtúan y pretenden que uno obre en contra de él, entonces tiene perfecto derecho a rebelarse, a defender su dignidad y libertad, y a gritar a quienes son responsables de tal resultado: Non licet. ¿Es lícito irrumpir coactivamente en la vida de una persona? ¿Es lícito mandar inhumanamente? ¿Es lícito someterse abyectamente? ¿Qué pérdida no sería la de callar ante procedimientos como éstos? Se puede hablar de traición a un sacerdocio que previamente se lo ha decapitado y se lo entregan a uno para que lo arrastre en silencio y derrotado como una momia?

Pueden parecer fuertes estas palabras. Pero, quiero recurrir en este momento eclesial dificil a la experiencia y palabras de quienes tienen en ella un valor y prestigio indiscutibles.

Bernard Häring, autor del libro La Ley de Cristo, acaso el mayor y más reconocido moralista de la Iglesia católica, ha escrito en su libro Mi experiencia con la iglesia: "He reflexionado, mucho antes de decidirme a revelar acontecimientos que -he mantenido hasta ahora en secreto y que me han afectado íntimamente... Al final, me convencía de la necesidad de provocar cierto escándalo, que espero sea salvífico, para contribuir a la curación de una situación que ha llegado a ser patológica" (página 65).Acusaciones falsas"Durante la II Guerra Mundial fui obligado a comparecer cuatro veces ante un tribunal militar. En dos de ellas era cuestión de vida o muerte. En aquellas circunstancias me sentí honrado porque la acusación venía de los enemigos de Dios. En otras palabras, las acusaciones eran ciertas porque no me sometía a aquel régimen. Ahora, de forma humillante, he sido acusado por la Congregación para la Doctrina de la Fe; las acusaciones son falsas. Más aún, nacen de un órgano de Gobierno de la Iglesia a la que he servido durante mi vida con todas mis fuerzas y con toda honestidad, y confío servirla con entrega en el futuro. Preferiría encontrarme de nuevo ante un tribunal de Hitler. Sin embargo, mi fe no vacila" (Ídem, página 122).

El padre Häring fue convocado en el 79 a reunirse con los directivos de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Escribe: "En realidad, me pedían una declaración servil. Inmediatamente les hice saber, con toda claridad, que no estaba en absoluto dispuesto, convencido de que era pecado actuar contra la conciencia... Con estas premisas acudí a la cita... Me intimaron, con decisión, que no era posible a un teólogo disentir de su magisterio. Agotado e indignado, respondía que, gracias a Dios, no estaba dispuesto a confundir la Iglesia con la Congregación para la Doctrina de la Fe, de otra forma, no hubiera podido permanecer allí un instante más. Rogué a la congregación recapacitase sobre las muchas sombras que la Inquisición romana había acumulado en otros tiempos sobre aquel palacio. A esto, el arzobispo Hamer respondió que no sentía vergüenza alguna respecto al pasado". "Salí tras casi dos horas de interrogatorio y reprimendas, que me hicieron sentir como un crío ante el preceptor. Deshecho, asqueado y con la cabeza a punto de estallar; pero contento en mi interior y dando gracias a Dios, que me había ayudado a no someterme a ningún acto servil (página 87)".

Desde su experiencia y la de otros muchos, que él conoce muy bien, el padre Häring hace votos: "Por la urgente necesidad de crear una especie de amnistía internacional en el interior de la Iglesia católica que actúe con la transparencia que exigen el mundo de hoy y, de forma especial, el anuncio del Evangelio. ¡Así no se puede continuar!" (página 10).

En carta personal me escribía Häring a mí mismo a propósito de conflictos semejantes: "No aceptan que la Iglesia encarnada en el Santo Oficio pueda errar y tenga que aprender algo de los esfuerzos unidos a los teólogos o de los expertos de otras disciplinas... La situación actual es extremadamente explosiva. El número de moralistas castigados crece y no se prevé límites... Se debe hacer un esfuerzo no violento para lograr una reforma profunda del sistema actual, particularmente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Este esfuerzo no podrá ser fácil, porque se trata de una estructura pecaminosa que se ha enraizado durante muchos siglos. En el palacio del Santo Oficio yo siento el virus de la vieja Inquisición. Se requiere una cura profunda".

Acabo con estas palabras de monseñor Pedro Casaldáliga, dichas a Leonardo en otro momento difícil: "Hermano Leonardo, teólogo de la Gracia Liberadora, paz y bien. La hermandad entera te acompaña en la oración de la fe, con las serenatas impacientes de la esperanza y en la rebelde fidelidad de los adultos corresponsables por el reino de Dios. Profeta escogido de muchas palabras luminosas".

es teólogo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_