Una obsesión para el olvido
Las temidas contrarreloj por equipos no suelen decidir el vencedor de las carreras V. J. Burdeos
"Sesenta y tres kilómetros son muchos. Con un segundo que pierdas por kilómetro ya te pones en el minuto". Miguel Induráin no explica con respecto a quién su equipo puede perder tiempo en la contrarreloj por equipos de hoy. El tradicional temor de los españoles ya no tiene razón de ser: el ONCE, con cuatro victorias en los últimos tres años, es el equipo dominador en las estadísticas. La especialidad ha dejado de ser monopolio de unos cuantos conjuntos centroeuropeos. Ahora es una prueba abierta cuyo ganador es el que más en forma esté. El mismo Banesto puede apostar por la victoria.
El director de Banesto, José Miguel Echávarri, siempre se ha opuesto a las contrarreloj por equipos -"considero injusto que se tomen en cuenta los tiempos reales; deben tener al menos un factor de corrección con un tiempo límite para los corredores", afirma a menudo-, pero en estos momentos es quizá una de las personas que menos temen los 63 kilómetros que los 22 equipos deberán recorrer hoy en los alrededores de Burdeos. La experiencia le dice que en muy pocas ocasiones un corredor de un equipo ganador de la contrarreloj colectiva logra imponerse al final en el Tour. Desde 1987, el año de Stephen Roche, esa contingencia no se produce.El técnico navarro sabe que los equipos con posibilidades de triunfo final se mueven en una banda estrecha que no suele superar el minuto de diferencia. Aunque aún tiene fresco en la memoria el desastre de 1989: Pedro Delgado, ya tocado por su despiste en el prólogo, perdió todas sus opciones cuando el Reynolds cedió en la contrarreloj por equipos casi cuatro minutos al ADR, equipo de Lemond, el vencedor final. Pero aquello fue excepcional.
La contrarreloj por equipos es una prueba eminentemente técnica que depende de buena materia prima. Los buenos rodadores, esos corredores que aguantan decenas de kilómetros en llano a más de 50 por hora, eran antes escasos, y pocos españoles.
Los holandeses daban lecciones, y creaban mitos. El Ti-Raleigh, actual Panasonic, lo era todo, y la colectiva del Tour su monopolio. Entre 1976 y 1981, sus años dorados, consiguió cinco triunfos en la contrarreloj por equipos del Tour. Ninguno de sus corredores llegó de amarillo a París. Jan Raas, Gerri Knetemann, Henk Lubberding y compañía sólo rendían en el llano.
Con la modernización del ciclismo, llegó la democratización y la internacionalización, de las especialidades. En todos los países han crecido rodadores, y desde 1982 ningún equipo ha conseguido dos triunfos consecutivos.
Esta nueva democracia también ha afectado a España. A igualdad de material, la técnica de los relevos, el punto fundamental, puede ser asimilada a base de entrenamientos. Aunque aún ningún equipo español ha vencido en una contrarreloj del Tour, el ONCE puede considerarse el mejor conjunto si miramos los resultados de los tres últimos años. Desde 1990 ha conseguido cuatro victorias. Manuel Sáiz, su director, tomó el asunto como un desafío. En las largas concentraciones invernales, Mauri, Díaz Zabala, Hodge y demás se han agotado en largas series para mecanizar los movimientos. El cambio de relevo es el momento crítico. No consiste en que el que va en cabeza deje de pedalear súbitamente, sino en un acelerón del segundo, que arrastra a sus compañeros. El que pierde la cabeza debe mantener un ritmo fuerte y dejarse caer detrás del último, para allí, poco a poco, dejarse llevar.
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