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Tribuna:LA SALUD PÚBLICA EN LA CAPITAL
Tribuna
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La importancia del dato sanitario

Gregorio Marañón decía: "La ciencia es para todos, y la gloria de los que la fabrican está en sumergirse en ese anonimato de los hechos que por ser soberanamente útiles pasan a ser de la propiedad común, sin firma al pie, como la obra de Dios". La cita proviene del prólogo al Manual de diagnóstico etiológico, publicado en 1943 y que aún es referencia obligada del médico moderno.Estas palabras las escribió hablando de la importancia y el sentido del dato en medicina.

Han pasado los años y las mejoras de las que hemos sido testigos son evidentes; basta con observar el aumento en nuestro nivel de vida y de educación, o lo que es lo mismo, de información. Mientras tanto, el desarrollo científico ha seguido su marcha; la creciente complejidad técnica de la medicina y de los sistemas sanitarios son un ejemplo.

Socialmente, podemos sentir el orgullo de disponer hoy de un sistema sanitario que brinda atención a todos, sin marginación ni exclusión de ningún tipo (algo que hubiera sido el sueño de un utópico tan sólo hace 100 años).

Con estos antecedentes y estas condiciones de servicio público, el derecho a la información y la importancia del dato sanitario cobran un valor especial.

En medicina, como en cualquier otra disciplina, el dato es el instrumento. Uno de los aspectos fundamentales de este instrumento es que la información y la utilización del dato es, en esencia, un sistema que permite detectar y conocer nuestro fundamento, medir lo que se hace y cómo se hace, es decir, evaluar. La importancia de esta evaluación radica en su carácter bidimensional. Por un lado, su vertiente interna ofrece la posibilidad al cuerpo profesional de conocer los rendimientos y la calidad de su trabajo, al tiempo que se detectan fallos, se corrigen errores y se asumen responsabilidades. Por otro lado, los ciudadanos, fundamento de todo el sistema sanitario, tienen el derecho indiscutible de saber qué pasa con algo tan serio como su salud y cómo se gasta su dinero.

Todo esto conduce, obviamente, al tema de la transparencia en la información sanitaria en su doble dirección, como derecho del ciudadano y como deber de los responsables de un servicio público. Y aquí no hay duda, o no debiera haberla, sobre la soberanía del dato. El no facilitar y publicar las estadísticas puede interpretarse como la voluntad de enmascarar un resultado negativo o el deseo de no ser evaluado por nadie. Su inexistencia en términos de salud pública se interpreta como la ausencia de control del sistema y su funcionamiento. Y si de lo que se trata es de mantener el dicho, por otra parte pasado de moda, de que información es poder, puestos a pensar, por absurdo que parezca en 1992, puede que lo que se pretenda en ese caso sea perpetuar el poder del brujo en la concepción mágica de la medicina.

Resulta evidente que la información sanitaria tiene un límite claramente establecido por la obligación de garantizar la Intimidad de las personas y evitar la marginación por algo que es ajeno a la voluntad (lepra, sida, etcétera), pero no hay por qué temer: el anonimato de la estadística impone su cumplimiento.

En una sociedad adulta la información debe ser la madre de la educación. No cabe el miedo ni la reserva del dato, precisamente porque la utilización y publicación del mismo es la mayor garantía de seriedad del profesional y de responsabilidad del servicio público.

Rodrigo Hernando Ayala es especialista en salud pública y director del distrito Guadalmedina de Málaga.

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