Carlos d'Alessio, el compositor que fascinó a Marguerite Duras
Una nueva víctima del sida. En esta ocasión no se trata de un pintor célebre ni de una estrella del pop, sino de un brillante compositor argentino que a lo largo de toda su carrera supo fabricar unas músicas sugerentes en las que el sentimiento era su principal virtud. Devoto del paseismo musical, Carlos d'Alessio supo crear un pastiche sonoro en el que la rumba, el foxtrot, los ritmos circenses, el sabor suramericano y el encanallamiento arrabalero componían una mezcla tan original como fascinante. Fue ese tierno pastiche el que puso fondo a películas como India song o Delicatessen, y ese fondo se hacía forma y se convertía en parte fundamental del filme.Sus discos, a menudo inencontrables en España, eran de esos que uno se traía bajo el brazo al regreso de una estancia parisiense junto con las últimas animaladas del gran Serge Gainsbourg. Especialista en construir músicas falsas para sentimientos verdaderos, D'Alessio siempre supo ser irónico y distanciado sin perder por ello la capacidad de emocionar al oyente. Reinventaba el pasado musical, y no había época en la que sus piezas no pudieran ser integradas en el conjunto y confundidas con él, como si hubieran sido compuestas en 1920 o 1944. Tanto en lo que hizo para el cine como en lo que hizo para el teatro se notaba su sello inconfundible, su habilidad para aplicar el humor al buen gusto e irse creando poco a poco una legión de incondicionales.
En una época cada vez más uniforme, Carlos d'Alessio navegaba contracorriente, y lo hacía sin inmutarse. Con su aspecto de mayordomo de casa buena, iba esparciendo sentimientos por el teclado y sumergiendo al oyente en un agradable entorno en el que el ayer era el mañana. Muchos le echaremos de menos.
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