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¿En Washington o en el Bronx?

Problemas para trasladar la sede de la Embajada de España en EE UU

Antonio Caño

La paliza propinada el pasado martes por unos delincuentes a Dionisio Villanueva, un cocinero de la Embajada de España en Washington, en la puerta de la legación, ha acrecentado la necesidad de trasladar las oficinas a un nuevo edificio más seguro, por el que se pagaron hace un año 2.000 millones de pesetas y en el que aún no han empezado las obras de habilitación por trabas burocráticas.

El caso del cocinero, golpeado al salir del trabajo, es sólo uno más en una cadena de sucesos violentos registrados desde hace años en torno al edificio de la Embajada española, situada en una de las zonas más peligrosas del Distrito de Columbia.Todas las demás embajadas ubicadas antes en ese área, al noroeste de la ciudad, han escapado ya a puntos más seguros, y el embajador español en Estados Unidos, Jaime de Ojeda, estima que el traslado de la representación "es urgente".

La Embajada se halla cerca de Mount Pleasant, área de los disturbios raciales de hace un año, que obligaron al embajador a pasar dos días encerrado en su oficina y que causaron la rotura de varias ventanas del edificio.

El ambiente en tomo a la representación española es de tan alta criminalidad que el FBI propuso hace meses al embajador usar el edificio para instalar dispositivos de seguimiento del tráfico de drogas en el vecindario. El ministro consejero, Jorge Fuentes, encontró en una ocasión un impacto de bala en la ventana de su despacho, a causa de un tiroteo de la noche anterior. Pocos meses atrás, la policía recogió a una pareja asesinada a tiros en la misma escalinata de la cancillería.

Cadena de dificultades

Ante esa situación, el Gobierno compró en el verano de 1991 otro edificio situado a un par de manzanas de la Casa Blanca para trasladar allí todas las oficinas de la representación española, pero una cadena de dificultades burocráticas ha impedido desde entonces emplear la nueva cancillería, de la que sólo existe la estructura exterior.Desde la compra han pasado por Washington más de una docena de delegaciones de arquitectos, Patrimonio Nacional y responsables de seguridad, pero todavía no se han puesto de acuerdo sobre la forma de acometer las obras en el edificio. A ello se suma la resistencia de las diferentes oficinas de la representación española, que quieren mantener sus pequeños reinos de taifas en edificios separados del resto de los funcionarios.

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El resultado de tan difícil labor para coordinar las exigencias de todos es que ni siquiera se ha podido sacar todavía la licitación para encontrar una empresa que realice las obras, por lo que tampoco se sabe cuánto puede costar la habilitación del edificio. Antes de, que se trasladen allí las 150 personas que trabajan en la Embajada, es necesario no sólo construir las oficinas y comprar los muebles, sino instalar todo el sistema eléctrico, teléfonos, tuberías, aire acondicionado, calefacción, etcétera. Eso puede suponer todavía la inversión de una buena cantidad de millones.

El embajador Ojeda confía en que todo estará listo para que el traslado pueda llevarse a cabo antes de fin de año, pero lo cierto es que todavía no existe un proyecto definitivo.

Después del caso de Dionisio Villanueva, el personal de servicio de la Embajada se niega a trabajar de noche en la zona. Las bandas de delincuentes del barrio, molestas porque la presencia de la Embajada atrae a la policía, increpan y presionan constantemente a los funcionarios para intimidarles.

Todavía no está previsto qué uso dar al viejo edificio, donde se mantendrá temporalmente la residencia del embajador, pero, por ahora, la posibilidad de venderlo para compensar la fuerte inversión en la nueva Embajada parece descartada porque hay pocos compradores en Washington interesados en comprar una mansión de lujo en un barrio tan peligroso.

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