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VIAJE AL CORAZÓN DE LA GUERRA YUGOSLAVA

"Bienvenidos al infierno"

, El cadáver de una mujer yace abandonado en la calle principal de Sarajevo desde hace horas. Los coches pasan a toda velocidad. Dos jóvenes corren con las cabezas agachadas. Un anciano anda con la manos en los bolsillos sin dirección aparente. Nadie se detiene. El cuerpo está en un punto crítico de la ciudad y ninguna ambulancia se ha atrevido a recogerlo. Alguien ha escrito en una pared próxima: "Bienvenidos al infierno".Una larga recta une este lugar con el cuartel de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas. Son siete kilómetros controlados por francotiradores que están apostados en los edificios más altos. La mujer murió por un disparo o quizá fue alcanzada por la carga de un proyectil.

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Esquivando las barricadas, y con los oídos atentos a cualquier silbido, se llega al edificio custodiado por soldados franceses. Varias tanquetas pintadas de blanco están situadas en el patio interior. Thierry Jaros, un soldado de 20 años, fue herido ayer levemente cuando se dirigía al cuartel de Lukovica, controlado por los serbios, para negociar la entrada de un convoy de la ONU con ayuda humanitaria. "Nos acercamos a una barricada minada. Cuando intentamos dar la vuelta, los serbios dispararon", recuerda junto a la tanqueta alcanzada.

El barrio de Alipashino Colje resguarda los edificios de la ONU y la televisión bosnia. Decenas de bloques multifamiliares de 20 pisos de altura están situados en un lugar privilegiado para recibir los proyectiles serbios. Unas 15.000 personas vivian aqui antes de iniciarse la guerra. Ha huido un 30%, pero el resto sigue en sus casas o baja a los sótanos, según la intensidad de los bombardeos.

En lo que fue la entrada de un supermercado, varios hombres beben en grupo un licor de ciruelas que sirven en vasos de plástico de una gigantesca garrafa. Hay un judío, un montenegrino y varios musulmanes. La mayoría pertenece a la, defensa territorial y todos celebran el bajram, una fiesta religiosa musulmana. En condiciones normales se sacrificaría a un animal y se recordaría a los familiares muertos.

Todos los negocios, destruidos

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Uno de los hombres dice: "Todos pertenecemos a la Defensa Territorial, pero muchos, como yo, no tenemos armas". Entran varios jóvenes armados. Uno de ellos, que lleva una miniametralladora Scorpio, saluda a su ex profesor de Cultura, hoy compañero de armas.Todos los negocios están destruidos. En el mercado se consiguen a duras penas cerillas, mecheros, jabón para lavar y chocolate. Alguien trae una bolsa de espaguetis. No hay electricidad ni agua desde hace cinco días. Otro hombre enseña un fajo de billetes y grita: "Tenemos dinero pero no podemos comprar nada".

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