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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A paso de buey

DESPUÉS DE 100 horas de debate ininterrumpido, el Senado de Japón aprobó anteayer una ley (que aún debe ratificar la Cámara de Diputados) que permitirá al Gobierno destinar a 2.000 de sus soldados al desempeño de tareas sanitarias y de intendencia en zonas calientes en las que operen cascos azules de la ONU. Durante el debate, el Partido Demócrata Liberal del primer ministro Miyazawa se vio, además, obligado a hacer frente a una moción de censura de socialistas y comunistas, que consideran que el texto es inconstitucional. La sesión fue interminable porque los opositores se dedicaron a obstaculizar la sesión, utilizando lo que en Japón se llama paso de buey para acudir a votar; tardaron 13 horas en hacerlo. ¿Todo esto por 2.000 soldados que ni siquiera van a combatir? Pues sí.Desde que el general Mac Arthur, después de la II Guerra Mundial, impuso,a un Japón que se reponía de dos bombas atómicas una Constitución pacifista (su artículo 9 renuncia para siempre al uso de la guerra como medio para resolver disputas internacionales), el sentimiento de la población no ha variado: hace un año, un sondeo probó que el 90% de los japoneses no estaba dispuesto a ir a la guerra por defender a su país. Era cuando el Gobierno estaba más avergonzado por su actitud ante la guerra del Golfo: Tokio, cuya economía depende del petróleo del Golfo, no quiso sumarse al esfuerzo de los aliados y sólo cuando EE UU le forzó a ello contribuyó financieramente al esfuerzo para derrotar a Sadam Husein.

Mientras duró la guerra fría, el reparto de papeles fue claro y bastante cómodo: en el Extremo Oriente, Japón producía y Washington defendía. Pero con la caída de los regímenes del socialismo real y la desaparición de las tensiones entre los bloques, Washington inició la retirada del Pacífico. ¿Quién defendería entonces a Japón de las potencias militares de la zona?, ¿de China, por ejemplo, cuyo presupuesto militar es incrementado año a año, aun cuando sea muy inferior al de Japón, o de Corea del Norte, de quien se dice que ya fabrica armamento nuclear? ¿Son amenazas ante las que los japoneses están inermes?

No, si se considera que su Ejército, armado hasta los dientes, tiene un presupuestó anual de casi cuatro billones de pesetas. El proyecto aprobado el martes puede ser inocuo y una pura aportación de cara a la galería. Si es prueba de solidaridad internacional ante las amenazas a la paz en una zona que no ha dejado aún de ser explosiva, esta colaboración es meritoria. Pero, mirando a la historia del siglo XX y al tamaño de este Ejército de autodefensa, se entiende la inquietud con que los vecinos ven que Japón da un paso más, aunque sea de buey, hacia el restablecimiento de su presencia. militar en la zona.

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