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"Pensaba en morirme y soñaba con Rubí"

María García pasó cuatro días atrapada en la bañera de su casa

María García, de 76 años, vecina de Alcorcón, sólo pensaba en morirse, atascada cuatro días en la bañera de su casa sin poderse mover. Y cuando se dormía soñaba con Rubí, la protagonista de un culebrón televisivo que ella sigue cada tarde. Un mareo inoportuno en el cuarto de baño hizo que María, que vive sola, cayese en la pequeña bañera. Sus fuerzas no le bastaron para ponerse de nuevo en pie.

Los vecinos llamaban a la puerta durante esos cuatro días, y también por teléfono. Estaban preocupados al oír el televisor durante las 24 horas de cada día, y su sonido les impedía escuchar los lejanos gritos de la anciana. María solicitaba ayuda, pero hasta el pasado domingo no la obtuvo. Los vecinos, por fin, alertaron entonces a la Policía Municipal y a los bomberos, que la rescataron."La experiencia fue terrible. Deseaba morirme", decía María ayer entre recuerdos del pasado y de su solitaria vida actual. Mientras, tomaba una sopa caliente para templar el cuerpo dolorido por las contusiones y los cuatro días en los que no había ingerido ningún tipo de alimento ni de líquido.

Trasladada al hospital Clínico de Madrid y una vez hecho el correspondiente reconocimiento, tan sólo se le apreciaron magulladuras, por lo que fue dada de alta el lunes. De la conversación con esta mujerona de 76 años se desprende un deje de tristeza y, sobre todo, se le nota la soledad que inunda su vivienda.

Dos veces viuda, perdía a una de sus hijas hace tres años, y descarga la culpa de esta soledad sobre su otra hija, con la que, según manifestaba, no se lleva muy bien. "No tengo a nadie, y mi hija es una egoísta y no quiere más que el dinero; y, la verdad, las pensiones y el poco dinero que tengo son para pagar mis gastos". Sin embargo, muestra un gran cariño por sus nietos.

Tampoco parece llevarse excesivamente bien con sus vecinos. Los 25 años que lleva viviendo en Alcorcón no le han dejado muchas relaciones.

Riñas con la hija

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Las desavenencias entre madre e hija se pusieron de manifiesto incluso el día en que fue dada de alta tras el suceso. Una riña más en casa de su hija hizo que María, todavía con el camisón y la bata del hospital, pidiera prestadas 1.000 pesetas a la portera de aquella casa, para tomar un taxi hasta su domicilio en Alcorcón. La cuenta del taxi, 1.800 pesetas, la pudo pagar con otras 800 pesetas que le prestó una de sus vecinas.María sólo recibe la ayuda de una mujer que va dos días a la semana para limpiarle la casa y a la que paga 700 pesetas por cada hora de trabajo.

Por ello, no le desagrada la sugerencia que le hizo una de sus nietas: irse a una residencia de ancianos. Ya le va resultando cada vez más difícil atender su casa debido a la artrosis que padece en las piernas.

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