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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tragedia inacabable

RESURGE, UNA vez más, la tensión en Oriente Próximo. En esta ocasión, Israel, Siria, los palestinos y las milicias de Hezbolá (partido fundamentalista proiraní) asentadas en el sur de Líbano protagonizan los nuevos conflictos. Es decir, el problema irresuelto de Oriente Próximo muestra su cara más sórdida y pertinaz: la de la muerte. En esta ocasión existe una serie de factores coyunturales que acentúan la agresividad de quienes se enfrentan.Hay que insistir en que la chispa surge en una zona en la que la tensión es constante y que, además, actúa en un medio social, económico y político con fuertes y ya tradicionales antagonismos. La violencia es, pues, continuada y salvaje. Lejos de cualquier explicación razonable. El pasado domingo, tres palestinos y un soldado israelí se tirotearon en Gaza y se entremataron; y una niña de 15 años que esperaba el autobús del colegio cerca de Tel Aviv fue asesinada por un joven palestino que le asestó decenas de puñaladas, al parecer porque estaba frustrado por no encontrar trabajo. Como consecuencia de ello fueron apaleados algunos palestinos que trabajan en Israel. Al mismo tiempo, la aviación judía bombardea sistemáticamente (seis bombardeos en siete días) las bases en Líbano de Hezbolá, matando no sólo a su responsable local, sino a su mujer, a sus dos hijas de dos y cuatro años y a su cuñado. Explicados como ataques militares a bases de terroristas (que luchan con el único objeto, no se olvide, de lograr que se cumplan las resoluciones de la ONU que han ordenado al Ejército israelí desalojar el sur de Líbano), los ataques de la aviación son graves violaciones de la ley internacional y tienen un aire sospechosamente vindicativo. El martes los cañones del Ejército sirio repelieron una incursión aérea israelí.

¿Qué clase de locura es ésta? El padre de la joven acuchillada en Tel Aviv expresó la inexplicable tragedia con palabras bien sencillas: "Mando a mi hija al colegio y ¿qué me devuelven? Un cadáver. ¿Quién tiene la culpa?". ¿Quién, en efecto, tiene la culpa de todo ello? ¿Quién es responsable de los más de 900 palestinos muertos por soldados israelíes en los últimos cinco años? ¿Y quién, de los 25 israelíes muertos a manos palestinas en el último año y medio?

En este momento, probablenvente la respuesta debe buscarse, por una parte, en el compás de espera previo a la celebración de las elecciones generales que tendrán lugar en Israel el mes próximo. Los ánimos están exacerbados: los judíos temen que se esté anunciando una época de entreguismo político, y los palestinos, que su unidad, monolítica hasta ahora, se esté disgregando. Ambos sentimientos son malos consejeros. Pero también el endurecimiento del trato con los palestinos rezuma táctica electoral: quien demuestre mayor firmeza conquistará, se supone, el favor popular en los comicios. Sin embargo, el nuevo líder del laborismo, Isaac Rabin, está consiguiendo, con el aparente pacifismo general de su partido, el milagro del que nunca fue capaz su predecesor Simón Peres: la izquierda lleva en estos momentos en las intenciones de voto una ventaja de 10 puntos al Gobierno conservador del Likud.

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Hay que añadir que la última ronda de negociaciones de la Conferencia de Madrid, que tenía más que ver con los problemas multilaterales del conflicto (qué se hace con el bien más escaso de la zona -el agua-, cómo se controla la nuclearidad, qué trato debe darse a los refugiados ... ) que con la paz entre las dos partes en conflicto, no ha resuelto nada. Y para complicar más las cosas, Israel se opone cada vez con mayor fuerza a la progresiva incorporación de los militantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a la delegación palestina de los territorios ocupados, única parte aceptada expresamente por Tel Aviv.

Finalmente, no debe desdeñarse la virulencia de las luchas intestinas de la OLP y la confusión general en que se encuentra la organización. Ello no contribuye a la homogeneidad de la Intifada ni a la presentación de un frente unido y sólido ante Israel.

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