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Tapie, sacrificado en el altar anticorrupción

El ministro francés de la Ciudad dimite después de ser denunciado por desviación de fondos

Bernard Tapie, el recién estrenado ministro de la Ciudad, que hace tan sólo una semana había presentado un revolucionario plan de recuperación de los problemáticos suburbios franceses, se ha visto forzado a dimitir con la presión de una demanda por desviación de fondos presentada por Georges Tranchant, diputado del RPR (derecha gaullista) y ex socio de Tapie en una empresa -NAVS- dedicada a importar material electrónico japonés. El sábado por la noche, un comunicado oficial de Matignon, sede del primer ministro, hacía pública la dimisión de Tapie, de 49 años, 50 días después de que fuera nombrado ministro tras obtener un considerable número de votos en las últimas elecciones regionales.Pocos veían bien la presencia de Tapie en un Gobierno socialista. Para el Partido Socialista era la evidencia de la reconciliación de la izquierda con el mundo de los negocios; para la derecha, la imagen del joven empresario triunfador y diputado socialista era la de un arribista y demagogo. Para casi todos, Tapie era un nuevo rico, un intruso en dos mundos -el de la política y el de los negocios- que en Francia son especialmente dados a la endogamia.

Georges Tranchant demanda a Tapie por una supuesta desviación, de fondos. La NAVS fue vendida oficialmente por sólo 1,8 millones de francos a Toshiba-France, pero en las cuentas de la NAVS, investigadas por Hacienda, figura un giro por valor de 13 millones (unos 250 millones de pesetas), parte de los cuales reclama Tranchant. Antes, en 1983, cuando era amigo y socio de Tapie, Tranchant también fue investigado por evasión de capitales a Suiza, pero el inspector que se ocupaba de su caso fue trasladado a Nueva Caledonia y el expediente no progresó.

Bernard Tapie, que cuando se supo objeto de investigación cuestionó la independencia de la judicatura -habló de "terrorismo judicial"-, defendía su difícil situación en el PS con una evidencia: "Yo hago ganar votos, y ganar elecciones es lo esencial en política". Era el llamado efecto Tapie. En su plan para salvar los suburbios de la degradación, Tapie incorporaba la novedad de sumar la intervención de empresas privadas a la acción del Estado. Pero, con la investigación judicial, el primer ministro, Pierre Bérégovoy -partidario de "moralizar la política"-, vio que su presencia en el equipo gubernamental amenazaba con desacreditarle.

Además, Bernard Tapie parece atravesar una mala racha: su sociedad Adidas necesita despedir a 400 empleados mientras el Gobierno quiere luchar contra el paro; el Olympique de Marsella, el club de fútbol que preside, es investigado por haber pagado fichajes con falsos préstamos, y la sociedad Bernard Tapie Finances es acusada de falta de transparencia por la Comisión de Bolsa.

Para el ex primer ministro socialista Pierre Mauroy, "el Partido Socialista debe continuar siendo un partido de militantes, que agrupe gente con fe y entusiasmo. No creo compartir el mismo mundo que Tapie". El efecto Tapie había dejado de ser positivo. La investigación judicial y el hipotético procesamiento amenazaban con reabrir el espinoso tema de los affaires y falsas facturas que tanto daño ha hecho al PS. Y eso, justo en el momento en que, por primera vez en seis meses, el presidente, François Mitterrand, remontaba en los sondeos la pendiente de la impopularidad.

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