_
_
_
_

Baño de sangre en Bangkok

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIAL La sangre corre a raudales en Bangkok, donde la revuelta entró ayer en su tercer día con el Ejército tailandés desalojando a tiros y culatazos, y habitación por habitación, el céntrico hotel Royal, disparando contra los manifestantes y deteniendo a más de 1.300 personas que exigen que el general Suchinda Kaptrayoon deje la jefatura del Gobierno. Centenares de heridos de bala, muchos de ellos agonizantes, abarrotan los hospitales. Hay decenas de muertos, según los cálculos más conservadores, aunque se teme que en realidad sean centenares.

Al caer la noche, soldados y fuerzas paramilitares controlaban casi por completo la turística Bangkok, semidesierta ahora mientras 10.000 opositores se atrincheraban en la Universidad.

El estado de emergencia sigue en vigor.

Pasa a la página 3 Editorial en la página 14

Cientos de heridos de bala en los hospitales de Bangkok

Viene de la primera página

No hay coincidencia sobre el número de muertos y heridos por disparos de fusiles M-16 o por las pistolas de los oficiales que, rodilla en tierra, colaboran en la represión. Los hospitales de Bangkok han registrado a centenares de personas con impactos de bala, y muchos de ellos agonizan alcanzados en órganos vitales por las ráfagas de ametralladoras montadas sobre vehículos todo terreno.

Militares con cananas cruzadas sobre el pecho, pañuelos naranja al cuello y porras de madera para apalear en el cuerpo a cuerpo, aplican sin miramientos las instrucciones del general que se proclamó primer ministro sin participar en las últimas elecciones. Los fusiles de asalto controlan todavía la capital de Tailandia y se emplean a fondo para doblegar a los manifestantes, que también queman y destruyen.

El futuro de este país del sureste asiático parece alejarse de una democracia castrense que amaña comicios y constituciones para mantenerse en el poder. El general Suchinda dio un golpe de Estado en 1991 contra el primer Gobierno democrático en más de 12 años. Y aunque no se presentó a las elecciones de marzo pasado se hizo nombrar primer ministro por un grupo de partidos afines a los militares.

Los incidentes más graves en la última jornada de choques y protestas se produjeron después de que una manifestación estimada en 20.000 personas lograse agruparse en la avenida Rajdammoen. Una columna de soldados, cubierta en la retaguardia con tanques y vehículos de transporte, abrió fuego. Primero al aire y después directamente sobre la multitud. Numerosos cuerpos quedaron tendidos sobre el asfalto, y la concentración se fragmentó después en varios grupos que continúan hostigando en calles cercanas. Las ambulancias se llevaron a los heridos y a los muertos mientras unas 2.000 personas intentaban refugiarse en el hotel Royal. Hasta allí fueron perseguidos por cientos de militares que entraron a saco en el establecimiento. Habitación por habitación, hasta 297, los soldados registraron las cuatro plantas y arrastraron a los ocupantes que consideraron sospechosos. Las puertas que no se abrieron a las voces de los pelotones fueron derribadas y sus inquilinos pateados hasta los ascensores. Algunos buscaron cobijo inútilmente en las habitaciones de los periodistas, pero también fueron descubiertos y apaleados con dureza.

Amarrados con los jirones de las camisetas, en calzoncillos muchos de ellos, cientos de fugitivos fueron alineados boca abajo en el suelo del vestíbulo principal, y quienes giraron la cabeza para explicarse o protestar el trato recibieron patadones en los riñones o lanzadas en el rostro con la bocacha de las armas. Terminada la operación, los detenido fueron subidos en camiones, y no pocos debieron efectuar el trayecto a gatas. La mayor parte fueron trasladados a la comisaría de policía de Bang Ken, donde permanecen detenidas más de mil personas. Desde los camiones algunos prometían victoria alzando sonrientes el puño. El doctor Pradya Chotiya informó que en un sólo hospital se atendieron a 100 personas procedentes del hotel Royal, el 80% con heridas de bala y el 20% con fracturas craneales producidas por bastonazos.

La brutalidad militar aplaudida en la calle por una manifestación de leales al general Suchinda encontró su correspondencia en el bando del movimiento por la democracia, muchos de cuyos integrantes, armados con palos y antorchas, se entregaron a una destrucción sistemática. Las masivas detenciones fueron respondidas con nuevos incendios, y una comisaría próxima al hotel Royal fue sitiada por 3.000 enfurecidos manifestantes, que amenazaron con reducirla a cenizas si los detenidos no eran liberados. Varios autobuses y coches, utilizados como barricadas, se sumaron a un parque de cientos de vehículos quemados o deformados a golpes de mazo por grupos de vándalos o motoristas que se desplazaban rápidamente por el centro de la ciudad con gasolina y cerillas.

Grupos de incontrolados

"Suchinda debe morir", gritaban grupos de incontrolados que volvieron a atacar edificios oficiales todavía humeantes e intentaron lanzar los autobuses contra la primera línea de soldados. Al menos cuatro personas resultaron muertas cuando los soldados efectuaron varias descargas contra los ocupantes de estos vehículos.

Más de 200 patrullas militares controlan el oeste de Bangkok, y la actividad económica ha quedado afectada gravemente. [Sin embargo, las fuerzas de seguridad observaron ayer sin intervenir una manifestación de unas 80.000 personas en las proximidades de la universidad de Ramjamaeng, considerada como un semillero de opositores, informa France Presse.]

El general Suchinda, Kaprayoon, con profundas ojeras y expresión sombría en su comparecencia televisiva de ayer, comunicaba al país, de 57 millones de habitantes, que los comunistas están detrás de los violentos sucesos que amenazan con subvertir la actual situación política en a Tailandia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_