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Tribuna
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Desfile

Los desfiles militares suponen una alegría y una gran ilusión. Los desfiles militares, salvo cuando son el de la victoria y acaban de morder el polvo un millón de infelices ciudadanos, nada tienen que ver con la guerra, ni siquiera con la potencia bélica que exhiben. Suenan músicas pimpantes, las mujeres van guapísimas con pamela, los niños agitan banderitas, los militares lucen uniforme de gala, un montón de medallas alineadas en el pecho, botas relucientes.Los desfiles militares han de transmitir aires de fiesta y lo normal es celebrarlos en domingo o el día de la patrona. La gente acude a contemplar la parada y aplaude a los soldados que marcan el paso en compactos bloques, los más espigados delante, los bajitos detrás, pegando unas zancadas enormes para no quedarse rezagados. Se oyen voces de mando: "¡Vista a la derecha!", "¡vista al frente!"... Tachín, tachún, redoblan tambores, vibran cornetas, el braceo al unísono florea abanicos caquis en la formación, centellean sables, brillan las armas.

A veces siguen a la tropa cañones y otros artilugios de matar en bruto, y ahí gusta menos la parada porque pone en evidencia la función destructora del ejército y, si bien se mira, es una ordinariez. El público -y las mujeres con pamela, y los militares todos- quiere tener la fiesta en paz, pues -a fin de cuentas- allí no se va contra nadie. Así fue siempre en los desfiles, hasta el día de la fecha. Sin embargo, han programado uno en coincidencia con la anunciada huelga general, y como no es domingo, ni el día de la patrona, ni nada, se podría interpretar que ahora sí va contra alguien. A un lado el ejército, a otro la clase trabajadora. ¿Acaso la guerra civil de nuevo? A quien se le haya ocurrido semejante disparate ya le pueden ir dando boleta. Mediante motorista o por plebiscito, pero boleta.

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