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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Triple salto sin red

DOS MESES después de su anuncio, las conversaciones entre el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Herri Batasuna (HB) no acaban de arrancar. En estos dos meses han ocurrido tres acontecimientos de importancia: la detención de la dirección de ETA, la renovación de la de Herri Batasuna y la cesión del PNV y los socialistas en relación a la autovía de Leizarán. Tal vez sea el contradictorio encaje de esos acontecimientos en el esquema con que el PNV se planteó las conversaciones lo que explique su retraso.La cesión sobre la autovía se justificó alegando que más había cedido la otra parte. Es cierto que el trazado aprobado hace 20 días tiene poco que ver con las pretensiones de Lurraldea que ETA y HB hicieron suyas: primero, que no se construyera ninguna autovía; más tarde, que no pasase por el Leizarán. Pero lo que ello demuestra no es que no se haya cedido al chantaje, sino que éste consistía menos en imponer tal o cual trazado que en forzar la modificación del decidido por las instituciones. También se insistió en la legitimidad de iniciativas tendentes a ampliar el consenso existente. Pero ahora sabemos que la incorporación de HB y lo que pueda representar Lurraldea se ha logrado al precio de la exclusión de Eusko Alkartasuna, Euskal Ezkerra y el PP. El consenso no se ha ampliado, sino estrechado.

El tercer argumento fue el de la conveniencia de favorecer mediante el acuerdo las posiciones de los sectores de HB partidarios de buscar una salida negociada y realista al problema de la violencia. Para justificar ese acuerdo se aseguró que "algo se mueve" en el mundo del radicalismo, e incluso se insinuó que "habría sorpresas" en la composición de la dirección de HB. Pero los hechos no han confirmado tales presunciones y la duda es ahora si se montó la operación de la autovía porque realmente había síntomas de evolución o si más bien se exageraron tales síntomas a fin de justificar un acuerdo que convenía al PNV. Si fuera esto último, el actual desconcierto sería el reflejo de la ausencia de cualquier estrategia de ese partido para las conversaciones. Se habría revelado falsa la conjetura de que si Arzalluz había dado un paso tan arriesgado, y embarcado en él al PSOE, era porque tenía informaciones reservadas que inspiraban una estrategia cuya coherencia sólo se vería a largo plazo.

Las declaraciones y comentarios de estos días recuerdan a los de abril de 1986 con motivo de otro intento de acercamiento del PNV al mundo de ETA y HB. Ya entonces las intuiciones y metáforas sustituían a los razonamientos lógicos. Se hablaba de desbrozar el camino para una auténtica negociación política, pero, como ahora, sin especificar sobre qué se podría negociar. Herri Batasuna afirma que la única negociación que podría traer la paz -temporal, por otra parte, según los documentos internos de ETA- es la que haga posible la modificación del actual marco institucional, definido por la Constitución y el Estatuto. En la práctica, una negociación que garantizase la incorporación de Navarra a Euskadi y la reforma de la Constitución para incluir la autodeterminación. El PNV sabe que tal negociación no es posible: aparte otros motivos, porque acceder a ella (aceptando que los votos de HB valen más que los de los demás partidos por el hecho de ir avalados por la violencia de ETA) significaría para cualquier gobierno firmar su sentencia de muerte y arrastrar en su caída al sistema democrático: algo que el PNV tampoco desea. No se sabe muy bien, entonces, qué futura negociación podrían desbrozar las conversaciones PNV-HB.

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Pero es cierto que entre este de ahora y los intentos anteriores (producidos con sorprendente regularidad trianual: en 1983, 1986 y 1989) hay una diferencia crucial. En los dos primeros, sendos atentados de una especial brutalidad impidieron ir más allá de los contactos preliminares. Y en Argel, el sector encabezado por Artapalo forzó la ruptura. Ahora no ha habido atentados y Artapalo -persona y colectivo- están en la cárcel. Por otra parte, es también cierto que cuando ETA esté derrotada o casi derrotada será conveniente buscar salidas a problemas como el de los presos u otros cuya existencia podría ser la bandera de un rebrote más o menos organizado de la violencia desde lo que quedase del electorado de HB. Seguramente el PNV está llamado a jugar un papel decisivo en la canalización de ese proceso, y para ello será necesario haber abierto cauces previos de comunicación. La comprobación (a posteriori) de que estamos ya ante el fin de ETA sería, entonces, la única razón capaz de justificar la apuesta de Arzalluz. Pero mientras ello sea sólo una hipótesis, premiar el inmovilismo de HB con la ruptura de su aislamiento y a ETA con su reconocimiento como elemento con capacidad para determinar las decisiones de las instituciones supone un riesgo demasiado grande. Y ello porque, si nos atenemos a los hechos, los resultados son poco alentadores: los dirigentes de HB supuestamente abiertos a una negociación razonable han sido marginados y sustituidos por otros tan inflexibles como lo fueron sus antecesores cuando llegaron a la dirección; la exigencia de modificaciones en el trazado oficial de la autovía se ha trasladado a Navarra, provocando un grave conflicto institucional (además de serias divergencias internas en los partidos más directamente implicados); los presupuestos de Guipúzcoa vuelven a estar bloqueados porque la oposición no acepta ya negociar una fórmula que excluya a HB; y, reforzados por el éxito obtenido, los jefes de dicha formación se han permitido poner condiciones al PNV para empezar a hablar.

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