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El Atlético avala su candidatura al título

Luis Gómez

Luis dijo que el Rubicón estaba en Sevilla. Salvado el escollo, el Atlético se dispone al asalto de la Liga. Nunca en tiempos de Gil el club rojiblanco había llegado vivo al tramo final. Su candidatura tiene todos los avales para ser tenida en consideración. Sus pertrechos no se limitan a la estadística: disfruta de un juego sólido y, lo que es más importante, sus hombres creen en lo que hacen.El Atlético deja de ser un actor de reparto en esta Liga que ha cambiado varias veces su línea argumental. No hay tiempo para más candidatos, pero son los rojiblancos quienes aterrizan en el último acto con una eficacia digna de elogio: fijan sus objetivos y las cuentas les cuadran. Dieciocho minutos necesitaron para hacerse con los dos puntos. A partir del gol de Futre limitaron su trabajo a alargar la espera, una faceta del juego que requiere adecuadas dosis de paciencia, dominio de sí mismo y capacidad para que el partido no se desmande. De todo ello sabe el Atlético.

El Sevilla jugaba en Feria, una época especialmente tumultuosa en la vida ciudadana de los sevillanos. Y tanta fiesta suele repercutir negativamente en la eficacia de este equipo como bien apuntó en su día Miguel Muñoz, al sentenciar que en abril era muy difícil "ser futbolista en Sevilla". Si Ya es de por sí difícil, el Sevilla de hoy mismo abonaba el terreno con una minicrisis. Luis tuvo la habilidad de intervenir en el debate al manifestar que, sí, que el Sevilla era muy bueno, pero que su problema era la defensa y por ahí le harían un traje.

Como quiera que los sevillistas se lo tomaron como una ofensa, aparecieron por el campo con una alineación preocupada por la seguridad. Mala cosa: dispuesto el Sevilla en función del rival, fue el Atlético el que dijo por dónde iba a díscurrir el partido: pase largo, faltas en el centro del campo y contraataque. Menú a la carta para los rojiblancos.

Los primeros minutos fueron una premonición. Los dos equipos coincidieron en abusar de la larga distancia, pero el Atlético advertía mayor precisión y sentido. El Sevilla mandaba la pelota palante; el Atlético buscaba a Futre. Asi fue cómo el portugués terminó recibiendo un balón remitido desde su defensa, que no iba palante, que iba pa Futre. El delantero le ganó la carrera a Salguero y agradeció la correción de Unzué, que se cuadró para ser convenientemente fusilado. Con el gol, el Atlético se encontró con el escenario que más le gusta: un equipo con prisas por llegar al ataque.

Las dificultades se hicieron extremas para los sevillistas. Sus precauciones iniciales resultaron inútiles y tenía enfrente a un equipo especializado en el arte de enfriar partidos. Una buena parte de las carreras de los jugadores locales terminaban en el colmo de la impotencia, que no es otra que regresar una y otra vez a retaguardia con cara de tonto, mirando por el rabillo al juez de línea. Trabajo tuvieron los linieres con el fuera de juego.

El espectador local entendió bien pronto que el asunto estaba resuelto y optó por regresar ordenadamente a la Feria. Dejó a los suyos dándole vueltas a un caso imposible: allí estaba el Atlético esperando la hora. Dos puntos en Sevilla significaban cruzar el Rubicán. Hecho esto, Luis lleva a los suyos camino del título.

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