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La 'kuItura' de los 'okupas'

Un grupo de jóvenes mantiene como centro cultural un edificio que tomaron ilegalmente

Ellos lo llaman espacio liberado. Cuando la okuparon, hace dos años, sólo había ruinas. La imprenta Minuesa, una de las más antiguas de Madrid, situada en el número 24 de la ronda de Toledo, era un edificio abandonado. Ahora funciona como centro social, donde se dan conciertos, se representan obras de teatro o se imparten clases de gimnasia y de idiomas. Un grupo de jóvenes se encarga del funcionamiento y mantenimiento del centro.

Antes de convertirse en un Centro Social Okupado fue una imprenta. Se fundó en 1948. Cuarenta y cuatro años más tarde, Manolo, de 28 años, afiliado al paro, vive en una de las viviendas situadas sobre la antigua fábrica. Otros okupas como él viven también en pisos ocupados, compartiendo escalera y gastos de la comunidad con los antiguos vecinos del edificio. Estos últimos habitan las casas en régimen de alquiler de renta antigua. Manolo participó, en el año 1988, en la ocupación de la fábrica de Metal-Mazda en el puente de Vallecas. Allí conoció a los trabajadores de Minuesa, con los que realizó acciones conjuntas como "la toma de la Puerta de Toledo y algunos cortes de tráfico, con el solo ánimo de solidarizarse y sumar esfuerzos en la lucha por un puesto de trabajo". Antes de que llegaran los okupas, los obreros permanecieron encerrados durante tres meses. Tras conseguir el paro y una indemnización, abandonaron el edificio. Y casi de forma simultánea lo tomaba. un grupo de jóvenes decididos a convertir aquella ruina en un centro social. De eso hace ya casi tres años.

"El hecho de crear nuestras necesidades, independientes de las necesidades que nos crea la publicidad, es una forma de evitar la. frustración de vivir en un mundo que te está poniendo frente al lujo mientras te obliga a vivir en la miseria", asegura un okupa en un manifiesto editado por ellos mismos en el que se reconstruye la historia de Minuesa.

En este centro social no tiene sitio la heroína y tal vez sea una lucha contra ella, hecha desde abajo, lo que mueve a esta gente que prefiere okupar un local inutilizado y preparar actividades culturales y sociales, que jugar con una -aguja -para acabar con los problemas que les presenta la falta de trabajo, casa y dinero.

"Prefiero estar aquí colaborando en el funcionamiento del centro que andar por la calle poniéndome caballo y buscándome la ruina", corrobora una joven asidua del centro cultural. Esta chica, que prefiere no dar su nombre, vive con sus padres y estudia BUP en un instituto. Por el centro se mueven jóvenes a los que se podría identificar con casi todas las tribus urbanas conocidas. Algunos calzan las típicas botas Dim Martens, crestas y pelos largos.

Las salas donde se realizan las distintas actividades se ven limpias y cuidadas, pese a carecer de los utensilios necesarios para desarrollar las materias que se imparten. Los domingos se organizan comidas populares, a las que, además de los miembros del centro, acuden vecinos de la zona. El menú que se consumió un domingo reciente consistió en un plato de lentejas con chorizo, pan, vino y gaseosa. "Antes comprábamos en Mercamadrid, pero desde que descubrieron que no tenemos un local comercial no nos venden. Ahora compramos en las tiendas y nos sale más caro", dice la cocinera. Entre los comensales se encontraba Julito, un niño de 8 años, hijo de una okupa que vive en los pisos situados sobre el centro; también una joven de 27 años, que deseaba hacer una fiesta de despedida en una de las salas, y otros vecinos.

La conversación durante la comida, aparte de cuestiones de ocio, transcurrió en torno al problema de la vivienda en el barrio. Tanto los okupas como los vecinos de las casas denuncian "la preparación de una maniobra especulativa orientada a tirar sus pisos y construir una urbanización de lujo". Desde la entrada del edificio se divisa la moderna y lujosa construcción del Mercado Puerta de Toledo, donde se concentran una buena parte de los anticuarios de la ciudad y tiendas de diseño.

Los okupas saben que el desalojo del local se puede producir en cualquier momento. "Será de madrugada como otras veces", dice un okupa, "pero habrá sido bonito mientras duró".

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