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Miles de personas invaden la Villa Olímpica durante la primera jornada de puertas abiertas

Enric Company

Miles de personas aprovecharon ayer la primera jornada de puertas abiertas de la Villa Olímpica de Barcelona para obtener las primeras impresiones sobre el nuevo barrio construido para alojar a los atletas de los Juegos Olímpicos, que después quedará como zona residencial abierta al mar. Las reacciones de los paseantes eran en general de aceptación e incluso admiración. Las gentes no escatimaban elogios a la urbanización de la zona, aunque criticaban en algunos casos la estética de los edificios y el mobiliario urbano y, en otros, lamentaban los altos precios de las viviendas.

La expectación generada durante los últimos años en Barcelona por esta gran operación urbanística, que ha transformado una enorme zona industrial ya obsoleta en un elegante distrito unido a la trama urbana de L'Eixample, vio cumplidos ayer sus augurios más positivos. Una señora de unos sesenta años, que visitaba la Villa acompañada de su esposo y su hermana, expresó su opinión: "Esto era el Campo de la Bota y el Somorrostro, ¿no? Pues es todo un cambiazo. Vaya cambio, sí señor".El Campo de la Bota y el Somorrostro eran unos barrios de chabolas situados entre vías férreas, junto a una zona industrial decrépita y playas impracticables a causa de los vertidos de todo tipo. El Campo de Bota adquirió una fama siniestra porque los franquistas convirtieron sus tapias en paredones de fusilamiento cuando en 1939 entraron en Barcelona. Y el Somorrostro era un suburbio mísero, un lugar peligroso, al que la ciudadanía acomodada no se atrevía ni a acercarse.

Para los jóvenes que no conocieron el apogeo de esta parte del Poblenou como zona fabril y suburbial, los criterios de apreciación eran distintos. Un muchacho de unos veinte años, que lucía una camiseta con la leyenda Freedom for Catalonia y que precisamente es instalador de aire acondicionado en las viviendas de la Villa Olímpica, manifestó rotundamente que el nuevo barrio no le gustaba. "Estéticamente, no está bien", decía. Criticaba así el estilo severo y la abundancia de líneas rectas en el diseño de los edificios y mobiliario urbano, todo él moderno. En cambio, su novia era de otro parecer. "Las calles son anchas y soleadas. El mar está aquí mismo. Hay árboles y paseos. Eso está muy bien".

Los responsables de la Villa Olímpica calculaban que este fin de semana de puertas abiertas -los dos únicos días que podrá ser visitada antes de los Juegos- sería aprovechado por unas 200.000 personas. Desde primera hora de la mañana, millares de personas de toda Barcelona llegaban, arracimados en familias, a la nueva estación del metro de Ciutadella-Villa Olímpica, inaugurada el jueves pasado, como quien participa en una excursión colectiva. En el vagón del metro podían escucharse conversaciones como ésta, entre dos amigos: "Yo le estoy comiendo el coco a Mercedes para que venda el piso y así poder comprar otro aquí".

De las 2.000 viviendas de que consta la Villa Olímpica se han vendido ya aproximadamente la mitad. Muchos de los visitantes comentaban que los precios son excesivamente elevados y han convertido este barrio en inasequible. "Aquí sólo podrá venir a vivir la gente guapa", explicó con una punta de disgusto una chica que manifestaba sin disimulo su admiración por el conjunto.

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